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7. Conclusión: el creyente es responsable de sí, de la comunidad humana y de la creación.
Las muertes de Fabio Tobón y de Tom Bausch nos recuerdan un hecho determinante de nuestras vidas: la provisoriedad de nuestra existencia en este mundo. Su partida, que también un día cada uno de nosotros vivirá, nos interroga sobre nuestros orígenes, sobre nuestro destino y sobre el camino que hemos de asumir durante este tránsito espacio-temporal de nuestra vida. Sin duda hay muchas incógnitas e inquietudes que se colocan a nuestra inteligencia. Según la reciente Encíclica Lumen fidei, dada a conocer por el Papa Francisco, «la luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y eso basta para caminar» (n. 57).
Quien posee esta “lámpara” sabe que está en camino y que avanza hacia una plenitud que le espera y que es su futuro. Sabe igualmente que todo lo que tiene lo ha recibido y es don inmerecido: su vida, su salud o su enfermedad, su riqueza o su pobreza, sus triunfos o sus fracasos. Experimenta que todo ello proviene de la providencia amorosa de Dios a quien experimenta cercano, presente y activo en el mundo. Sabe y experimenta además, que como a él, Dios interpela, en lo más hondo de la conciencia a cada ser humano, creyente o no, moviéndolo a la compasión y al bien; sabe que mueve a todos a hacerse “responsables” de la vida, a hacerse “próximos” o “custodios” de sus hermanos y de la creación. Lleno de gratitud por esa bondadosa y discreta presencia de Dios en su vida y en la vida del mundo, que no impide su libertad de decisión, anhela no ser sordo a su llamado y corresponder generosamente.
Por otro lado, lejos de añorar que todo pasado fue mejor y de mirar la cultura presente con pesimismo o desconfianza por las transformaciones que se están realizando, las examina para percibir en ellas de qué modo se hace presente la acción de Dios. Su deseo es descubrir los signos de tal presencia vivificadora en estos tiempos para sumarse a ella. Por ello no quiere ni puede ser indiferente ante la realidad que lo rodea. Siente la responsabilidad de discernir qué es lo que en sí mismo, en la sociedad y en el mundo, hace crecer los seres humanos en respeto de su inalienable dignidad y en comunión entre sí. Tal fue la mirada, por ejemplo, de muchos misioneros y educadores jesuitas, como Mateo Ricci, en China, que entendió que Dios ya estaba trabajando en aquella milenaria cultura y que Dios había llegado a ella primero que él y que la Iglesia.
Es comprensible entonces que la fe sea entendida y vivida como doble experiencia de encuentro. Ante todo, con Aquel que, siendo fuente y destino de la vida, asumió la condición humana, en Jesús de Nazareth; el diálogo personal con este “maestro interior” que respetuosamente orienta el sagrado recinto de la conciencia, ofrece la luz que permite entenderlo como “camino, verdad y vida”. Y, esta honda experiencia de hacerse discípulo, lejos de conducir al individualismo o al solipsismo espiritual conduce a la otra experiencia de encuentro, o de comunión con otros que viven igual experiencia, en la Iglesia. En esta comunidad eclesial, a pesar de las limitaciones y opacidades institucionales que provienen de toda condición humana, a través de la fe trasmitida de generación en generación, conserva signos y medios que dan la posibilidad de renovar y de nutrir la experiencia evangélica.
Finalmente, quien orienta su camino a la luz de la fe está habitado por el desafiante anhelo y la inalcanzable utopía de hacer posible, en esta historia, la plena soberanía de Dios y de su bondad; ante todo, en sí mismo, pero también en los demás seres humanos y sus comunidades; por ello, día a día, renueva su disposición personal de hacerse responsable de otros y, por tanto, de servir y de trabajar en favor del sueño que animó a Jesús de alcanzar una tierra nueva y de unos cielos nuevos donde “no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor” (Apocalipsis, 21, 4).
Muchas gracias.
Adolfo Nicolás, SJ
Prepósito General de la Compañía de Jesús
Medellín, 15 de Agosto de 2013
En la Fiesta de la Asunción de María, Educadora de Jesús y de la Iglesia.
El Hombre para los Demás - Padre Pedro Arrupe SJ
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