Índice del artículo
Introducción
1. Quiero expresar mi cordial saludo a cada uno de ustedes. Especialmente a las personas que han viajado de cerca y de lejos para asistir a este congreso en la amable y acogedora ciudad de Barcelona. Saludo también a todos los antiguos alumnos de este querido Colegio San Ignacio de Sarriá tan lleno de historia e inspiración ignaciana y que con tanta generosidad han aceptado ser los anfitriones de este encuentro. Mi saludo se extiende también a sus queridas familias.
2. Mi profundo agradecimiento al comité organizador de este congreso encabezado por el Sr. Francisco Guarner que ha sabido sortear los desafíos propios de nuestro tiempo de pandemia para reunirnos aquí y discernir rutas posibles para responder a los retos y posibilidades de nuestro tiempo. Agradecimiento que se extiende a todo el equipo directivo de la Unión Mundial de Antiguos Alumnos que ha sido parte importante de este proceso y con cuyo presidente, Mr. Alain Deneef, he tenido la oportunidad de conversar sobre el sentido y futuro de las asociaciones de antiguos alumnos. Extiendo mi agradecimiento al P. Provincial de España y a todo su equipo por su gentil acogida y trabajo para que hoy podamos estar aquí todos juntos.
1. Continuamos una conversación
3. Hace casi 50 años el P. Pedro Arrupe, en ese entonces General de la Compañía de Jesús, pronunció en este mismo país, no muy lejos de aquí, su inspirador y profético discurso en el que resumió magistralmente la finalidad de la educación Jesuita: hacerse personas para los demás.
Bien sabemos de las controversias y malestar que sus palabras suscitaron en algunos, pero también del invaluable servicio que el P. Arrupe, como profeta y visionario de nuestro tiempo, ha realizado con sus palabras y su testimonio humildes pero desafiantes. El proceso de beatificación en el que se encuentra el P. Arrupe nos brinda el marco apropiado para considerar el impacto de sus palabras tanto en nuestras instituciones educativas como en las asociaciones de antiguos alumnos. Arrupe era consciente del enorme potencial apostólico que estas asociaciones representaban y a pesar de todas las posibles limitaciones en la educación recibida confiaba con optimismo en sus beneficios, pues como lo afirmó: “Esa confianza y optimismo se apoyan en lo siguiente: a pesar de nuestras limitaciones y deficiencias históricas, creo que la Compañía os ha transmitido... algo que constituye la esencia misma del espíritu ignaciano y que nos capacita para renovarnos continuamente: un espíritu de búsqueda continua de la voluntad de Dios.” (No. 11) Más tarde, el P. Arrupe llamará a este espíritu con el término “ignacianidad” (Nuestros Colegios Hoy y Mañana, 1980, No. 10).
4. En aquel famoso discurso, dirigido a los exalumnos reunidos en el congreso europeo de antiguos alumnos el P. Arrupe pone claro al comienzo su actitud al hablar: “No os hablo por tanto como padre, sino como simple compañero. Somos todos compañeros de colegio, que juntos intentamos escuchar al Señor, sentados en los mismos bancos.” (#16) Hoy vengo, también, como compañero de viaje y como antiguo alumno de otro colegio San Ignacio, el de Caracas a pocos meses de celebrar el centenario de su fundación, a compartir con ustedes algunas reflexiones y a continuar este diálogo en el espíritu de ignacianidad que el P. Arrupe comenzó.
5. Lo hago desde el contexto de la experiencia de fe que Ignacio de Loyola abrió para muchos de nosotros cuando comenzó su camino de conversión tras el cañonazo de Pamplona y que se consolidó en estas queridas tierras catalanas en su honda experiencia espiritual en Manresa, Monserrat y su estancia en esta ciudad de Barcelona. De allí que mis reflexiones se nutran de la generosa fuente de la tradición ignaciana. Las propongo con mucho respeto pues siento una profunda alegría al saber que en nuestros colegios también se educan personas con otras experiencias religiosas o convicciones del mundo. Es precisamente el beber de la fuente ignaciana lo que nos permite acoger la diversidad y, desde el respeto, provocar un diálogo fraterno con nuestra tradición espiritual. Podemos hacerlo puesto que a todos nos une nuestra común humanidad, las situaciones que nos afectan como parte ella y el deseo de contribuir a una sociedad mejor, más justa y fraterna. Son los desafíos del futuro lo que nos mueven a perseguir ese horizonte compartido.
6. En 1973, el P. Arrupe con su característica humildad y sinceridad reconoció que la educación de la Compañía no había preparados a los alumnos de la época para el reto contemporáneo de trabajar por la justicia. “Os hemos educado para la justicia? ¿Estáis educados para la justicia?... tenemos que responder los jesuitas con toda humildad que no…” (No. 10) Sin embargo, el P. Arrupe como hombre de fe, no estaba allí para simplemente reconocer la dificultad, sino que como hombre libre y del espíritu quería invitarnos a un proceso de renovación para ponernos al día y responder a los nuevos desafíos.
7. Gracias al análisis sincero del P. Arrupe nuestras obras apostólicas en general y nuestras instituciones educativas en particular han avanzado enormemente en este camino de educar para la justicia que nace de la fe y por ella se deja iluminar, y de invitar a nuestros alumnos a ser agentes de cambio en la construcción de sociedades más justas y fraternas. Hoy muchos identifican la educación jesuita por su claro compromiso con la justicia. Nuestras obras educativas han desarrollado numerosos programas, proyectos, y grupos de acción para que nuestros estudiantes adquieran un sentido crítico de la realidad, conozcan las raíces profundas y estructurales de nuestros problemas sociales y políticos, y puedan actuar en consecuencia. Sin duda nos queda mucho por hacer en este campo, tendremos que seguir discerniendo cómo responder a los desafíos siempre nuevos que la educación para la justicia y la reconciliación exigen.
8. El P. Arrupe expresó bien en su discurso la razón de este discernimiento continuo: “Si la Compañía quiere ser fiel a sí misma, si no quiere cambiar y traicionar el rasgo más profundo de su espíritu paradójicamente tiene que cambiar profundamente en la mayoría de sus concreciones epocales.” (#14)
9. Algo semejante podríamos decir de nuestras obras educativas. Si quieren permanecer fieles a su larga tradición educativa no queda otra salida que, desde la libertad interior propia de la experiencia ignaciana, innovar sin miedo y re-imaginar los métodos que permitan a las nuevas generaciones reconocer y afrontar sus retos con la mirada puesta en el futuro.
10. El reciente documento Una Tradición Viva (2019) busca hacer de la tradición una fuente de inspiración a los desafíos actuales de la educación de la Compañía. En él se nos recuerda que ser fieles a nuestra tradición es estar siempre en actitud de discernimiento o, como suele repetir el Papa Francisco en referencia a la Iglesia, nuestras instituciones y programas educativos deben estar en salida... en búsqueda... en discernimiento continuo para “buscar y hallar” lo que más conviene en cada momento, lugar para ayudar a crecer a personas concretas. No creamos escuelas fortaleza para levantar muros y no dejar pasar al otro y su realidad.
2. Invitación a ser compañeros en la misión de justicia y reconciliación
11. Sentados, como estamos, en los mismos bancos de nuestra identidad de antiguos alumnos, aprovecho para reiterar la invitación a unirse con pasión, creatividad, energía e identidad propia a la misión de reconciliación y justicia que la Iglesia le ha confiado a la Compañía de Jesús hoy.
12. ¿En qué consiste esta invitación? Volvamos a Ignacio, aquel hombre que con sus búsquedas interiores desatadas por la bala de cañón en Pamplona nos ha mostrado el camino de lo que verdaderamente significa ser una persona para los demás; una persona que como bien lo indicó el P. Peter-Hans Kolvenbach es también una persona con los demás resaltando algo que el P. Arrupe tanto insistía: no podemos ser más sin los demás. La vida del ser humano solitario, individualista, tantas veces idealizada en nuestras culturas actuales, es una vida despojada del color y la profundidad que nos regala la vida-con-otros, en comunidad. El encuentro personal con Jesús, lleva a relacionarse con otros como hermanos y hermanas, a constituir la comunidad, al interior de la cual aprendemos a afrontar las diferencias, reconocer los dones y problemas, resolver los conflictos a través del diálogo, la justicia y la reconciliación.
13. La experiencia de la pandemia del Covid-19 y los repetidos fracasos por superar la violencia, la guerra, como medio de resolución de conflictos, por encontrar el camino para detener el deterioro del medio ambiente… podemos vivirla como oportunidad de cambiar actitudes, métodos de toma de decisiones colectivas y estructuras sociales para asegurar el Bien Común. Sabemos bien que tanto Ignacio como Arrupe descubrieron que la verdadera persona para los demás se revelaba plenamente en Jesús, el hombre que pasó haciendo el bien, y que llegó al extremo de dar la vida por los demás para abrirnos a todos las puertas de la vida en plenitud. Durante el año ignaciano que estamos celebrando nos hemos propuesto ver todas las cosas nuevas en Cristo, pues solo así nos disponemos a aprovechar la oportunidad histórica que se nos brinda y podremos ofrecer la esperanza de avanzar hacia una humanidad reconciliada entre sí, con el medio ambiente y con Dios, uno de los temas centrales de este Congreso. Como afirma la Congregación General 36ª de la Compañía de Jesús (2016) “aunque hablamos de tres formas de reconciliación, en realidad las tres son una única acción de Dios, interrelacionada e inseparable.” (D. 1, No. 21)
14. De este modo, están mostrando su deseo de dar un paso importante en la dirección marcada por los Padres Arrupe y Kolvenbach, en la expresión de personas para y con los demás. Es el modo concreto de reconocer como el don recibido a través de la educación de la Compañía de Jesús es para ser compartido con todas las personas que desean trabajar en este proyecto de reconciliación y justicia. Para ser claros, estamos en sintonía con la inspiración que el Espíritu Santo dio a la Iglesia a través del Concilio Vaticano II, que el P. Arrupe convirtió en proyecto para la Compañía de Jesús que se ha ido profundizando, adaptando y renovando para responder a los continuos desafíos del cambio de época que vive la humanidad. La espiritualidad ignaciana nos llama siempre a este discernimiento continuo que arranca con el reconocimiento de nuestro contexto, de sus desafíos y posibilidades.
15. Ustedes han indicado en su convocatoria algunos elementos importantes de los desafíos que afrontamos como humanidad hoy: las migraciones, la crisis ecológica, el desafío de la tecnología, el papel de la mujer. Nuestra reciente congregación general también reconoció nuestro desafiante contexto:
“Por una parte contemplamos la vibración de la juventud que busca una vida mejor, el gozo de muchos ante la belleza de la creación y las múltiples formas en las que muchos ponen sus propias cualidades al servicio de los demás. Sin embargo, también vemos que nuestro mundo enfrenta hoy múltiples carencias y desafíos. En nuestras mentes permanecen las imágenes de poblaciones humilladas, golpeadas por la violencia, excluidas de la sociedad y marginadas. La tierra soporta el peso del daño que le hemos causado los seres humanos. Nuestra misma esperanza está bajo amenaza y su lugar han venido a ocuparlo el miedo y la rabia.” (D.1, No. 1)
16. La pandemia del COVID-19 que todavía nos afecta no ha hecho sino exacerbar las heridas del planeta y la humanidad hasta tal punto que, aunque por un lado celebramos con orgullo los increíbles progresos tecnológicos, que incluso han posibilitado el desarrollo de vacunas en un tiempo récord, por el otro lado encontramos una humanidad agotada, sin horizonte, carente de verdadera esperanza y alegría. Es en verdad una humanidad herida que a pesar de sus progresos parece no encontrar el rumbo. La profunda crisis ecológica que vivimos, con el cambio climático que conlleva y los enormes desafíos, contribuyen a este sentido de desesperanza. El Papa Francisco ha hecho un análisis profético en su encíclica Laudato Si’ y nos ha recordado que la crisis ecológica y social no se deben separar sino entender como “una sola y compleja crisis socioambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza.” (No.139)
17. Hoy pues el compromiso por la justicia adquiere también un tono ambiental que antes no tenía. La madre tierra, como lo afirma el Papa Francisco, “clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes.” (LS 2)
18. Hoy pues la persona para y con los demás debe también ser una persona para y con la creación. Una persona para y con los demás es una persona que descubre en todo lo creado el rostro de Dios. El Papa Francisco tomó su nombre de aquel hombre, Francisco de Asís, que supo descubrir en el sol y la luna, en el lobo y el cordero sus hermanos y hermanas. La invitación es pues a hacernos personas para y con los demás seres humanos y todo lo creado. Así como no podemos ser más sin los demás, no podemos ser más sin una relación más armónica con la creación. Esto nos conllevará a la conversión también ecológica de la que habla el Papa Francisco, una conversión “que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa.” (No. 217) Pero el Papa advierte bien que esta conversión exige un esfuerzo que va más allá del esfuerzo individual. “La conversión ecológica que se requiere para crear un dinamismo de cambio duradero es también una conversión comunitaria.” (LS 219)
19. En Fratelli Tutti el pontífice explica que “cuidar el mundo que nos rodea y contiene es cuidarnos a nosotros mismos. Pero necesitamos constituirnos en un ‘nosotros’ que habita la casa común.” (FT 17) Más adelante en la misma encíclica el Papa explica que este ‘nosotros’ no se refiere a un grupo cerrado de amigos o grupos autorreferenciales sino a un nosotros en expansión que llega a abarcar a todos y que en el concierto internacional implica aceptar el destino común que todos compartimos como humanidad: “el número cada vez mayor de interdependencias y de comunicaciones que se entrecruzan en nuestro planeta hace más palpable la conciencia de que todas las naciones de la tierra [...] comparten un destino común.” (FT 96)
3. Colaboración en el corazón de la misión
20. Todo lo anterior nos lleva a una consideración importante que quiero serles sincero siento profundamente en mi corazón. La invitación que el Señor nos está haciendo para que ustedes y nosotros, es decir, la Compañía de Jesús y sus antiguos alumnos es que aprendamos a colaborar como compañeros en la misión compartida. Tengo que ser sincero, no ha sido fácil para nosotros jesuitas reconocer que el Señor nos ha estado llamando a compartir aquello que llegamos a creer,era exclusivo nuestro, nuestra misión con otros. Como es usual el Señor ha sido paciente con nosotros y nos ha ido enseñando que somos la mínima Compañía y que tenemos que aprender a trabajar con muchos otros en la misión que Dios le ha confiado a su Hijo Jesús y este a la Iglesia.
21. El proceso de aprendizaje no está siendo fácil. Al principio abrimos las puertas de nuestras obras apostólicas a otros por pura necesidad. Nos ha tomado tiempo reconocer que nuestras obras y colegios podían ser mejores si otros religiosos, religiosas y personas laicas se unían a nuestro trabajo y aportaban sus dones. Incluso llegamos a cerrar obras y colegios porque no teníamos suficientes jesuitas, a pesar de que muchos otros se mostraban dispuestos a colaborar en la misión.
Es verdad que la colaboración masiva de los laicos comenzó en muchos casos como respuesta a una crisis vocacional. En otros casos ante la magnitud de las necesidades del servicio educativo o pastoral, se comenzó trabajando en equipos más amplios. Hoy reconocemos que esta situación nos ha abierto la oportunidad de trabajar con muchas otras personas que han enriquecido nuestras obras, las han impulsado y las han hecho mejores. Por eso hoy, más allá de los números, hemos entendido que Dios nos llamaba a una cultura de la colaboración en la que cada uno aporta susdones en una expresión bellísima del cuerpo apostólico donde todos realizan una labor complementaria y mutuamente enriquecedora.
22. A estas alturas ni siquiera imaginamos instituciones educativas o trabajos apostólicos sin equipos plurales en los que convergen distintas vocaciones de servicio junto a los jesuitas. Incluso en muchos casos, somos más bien nosotros los jesuitas los que colaboramos con otros para llevar adelante las obras. La colaboración es una forma concreta de vivir la eclesialidad expresada en el Concilio Vaticano II, es decir, una Iglesia que se sabe y entiende como el Pueblo de Dios en marcha donde cada uno contribuye desde su identidad y talentos. Nadie sobra ni es prescindible. Todos somos colaboradores en la misión de Cristo. Esa es una dimensión clave de nuestra identidad.
23. La llamada a la colaboración incluye, sin duda, reconocer el inmenso potencial apostólico que se encuentra en ustedes los antiguos alumnos. ¿Qué tal si dejamos volar nuestra imaginación y consideramos las posibilidades que se abren si ustedes y nosotros decidiéramos unir mejor nuestrasfuerzas, nuestros sueños y trabajo para colaborar en la construcción de “ese cielo nuevo y esa tierra nueva” (Apocalipsis 21, 1) que nos propone la escritura?
24. ¿Qué tal si las Preferencias Apostólicas Universales orientaran el trabajo tanto de la Compañía de Jesús como de la Asociación Mundial de Antiguos Alumnos de la Compañía de Jesús (WUJA)y de cada una de las asociaciones de antiguos alumnos? ¿Qué tal si compartimos nuestra creatividad y esfuerzos para mostrar el camino hacia Dios en un mundo donde la sonrisa es esquiva, la esperanza escasa y el hambre de sentido crece? ¿Qué tal si todos, desde su propia situación y condición pudiéramos caminar junto a los pobres del mundo para promover la justicia social y el cambio de las estructuras que nos están ahogando como humanidad? ¿Qué tal si pudiéramos acompañar a los jóvenes, tanto en nuestras obras educativas, como en sus familias y en nuestro mundo en la creación de un futuro verdaderamente esperanzador donde el ser sea más importante que el tener? ¿Qué tal si nos unimos para colaborar entre nosotros y con muchos otros en el cuidado de la casa común y convirtiéramos nuestras escuelas, comunidades y hogares en modelos alternativos de una vida donde se muestre una verdadera conversión ecológica como lo pide el Papa Francisco en Laudato Si’?
25. Este sería un nuevo caminar para todos nosotros. Sería como lo expresó bien el poeta una oportunidad “para hacer camino al andar.” Así como en 1973 el P. Arrupe reconocía que no habíamos preparado nuestros alumnos para la justicia, hoy tendríamos que reconocer con la misma sinceridad y humildad que no los hemos preparado para hacernos compañeros apostólicos en la misión compartida. Pero hoy como ayer confiamos que todos nosotros hemos sido contagiados suficientemente con el virus de la ignacianidad, como lo expresaba el P. Adolfo Nicolás, S.J., para que podamos ser audaces y recorrer con generosidad el camino de la colaboración en la misión.
26. Este es el gran reto que se pone delante a ustedes y a nosotros. Tengo la impresión de que muchos de nuestros antiguos alumnos, sobre todo los más jóvenes, están sedientos y listos para una relación con la Compañía que vaya más allá de la nostalgia y el recuerdo agradecido del pasado. A nosotros, jesuitas y cuerpo apostólico de la Compañía, el Señor nos está llamando insistentemente a abrirnos a una amplia colaboración con otros, a compartir lo que somos y tenemos, aprender de otros y enriquecernos de la rica diversidad que muestra la generosidad de los dones que Dios reparte a toda la humanidad. Ustedes han bebido de la espiritualidad ignaciana y de ese magis ignaciano que nos lleva a la insatisfacción por las cosas como son cuando podrían ser mejores. ¿Cómo ponemos en práctica modos novedosos de colaborar juntos en la reconciliación de todas las cosas en Cristo?
27. Estoy seguro de que tanto el Comité Ejecutivo de WUJA como el comité organizador de este congreso quieren trabajar en esta dirección. Ustedes han expresado su deseo de trabajar más de cerca con la Compañía de Jesús como una fuerza apostólica al servicio de una misión común. ¿Qué podría surgir de bueno si una cultura de la colaboración entre los antiguos alumnos y la Compañía de Jesús multiplicara el trabajo apostólico conjunto siguiendo el estilo de Jesús inspirado a Ignacio de Loyola?
28. En verdad siento que no podemos ignorar por más tiempo está llamada tan clara e insistente.
Tengamos la audacia que adquirió Ignacio cuando eligió seguir la llamada que sintió con fuerza en estas tierras catalanas de Manresa y Monserrat, en sus ratos de oración ante la imagen de Santa María del Mar, aquí en Barcelona, donde ayer también nosotros la invocamos para pedir su protección y su guía e intercesión para obtener la gracia necesaria para el éxito de este congreso.
Vale la pena recordar que cuando Ignacio caminó, oró, discernió y eligió un nuevo estilo de vida en estas tierras era un laico que se dejó llevar por un deseo grande de dejarse transformar por el Espíritu Santo.
29. En estos últimos años ustedes, como la Compañía de Jesús, han ido caminando en esta dirección de un trabajo conjunto en colaboración generosa en la misión de Jesucristo. En su página web WUJA afirma que su fin es de construir las relaciones internacionales entre los antiguos alumnos y “de contribuir a la misión de la Compañía de Jesús y de promover la dinámica universal de la enseñanza jesuita.” El Comité Ejecutivo que ha sido elegido en esta ocasión tiene, por consiguiente, una señal clara del camino por el cual seguir avanzando. Junto a felicitarlos por suelección, agradecerles la generosidad para dar su tiempo y energía, los confirmo en ese camino a recorrer como seguimiento de las llamadas recibidas.
30. El camino de renovación será más profundo y eficiente mientras mejor se logre la incorporación de los más jóvenes, sobre todo de tantas antiguas alumnas que, con su sensibilidad femenina, sabiduría y experiencia pueden enriquecer en tantas dimensiones las asociaciones locales e internacionales. Eso es lo que está sucediendo en el trabajo educativo en nuestras instituciones desde que de la contribución de la mujer se ha incorporado en su cotidianidad. La educación bajo la inspiración de la Compañía de Jesús es hoy impensable sin el aporte cualitativo, sin la dedicación y profundidad humana y espiritual de miles de mujeres comprometidas en ella.
4. Hacia una comunidad global
31. Desde hace algunos años nuestras obras educativas, y en general todas nuestras obras, han ido aprendiendo a trabajar en red e ir superando las fronteras institucionales, locales o nacionales. Para muchas de nuestras instituciones educativas el reto no ha sido fácil. Muchos de nuestros colegios se consolidaron gracias a sus profundas raíces locales. Esas raíces locales siguen siendo una condición sin la cual no es posible imaginar el trabajo educativo que hacemos. Pero también nos ubicamos en una tradición que, desde siempre, ha tenido la perspectiva universal de la misión que se deriva del evangelio. Hoy contamos con recursos abundantes para consolidar redes regionales y globales que nos ayuden a poner en práctica lo que el Papa Francisco ha expresado tan bien en su encíclica Fratelli Tutti, el deseo profundo de reconocernos todos como miembros de una hermandad mundial: “soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos.” (No.8)
32. La invitación que nos hizo la CG 35ª a caminar como un cuerpo universal con una misión universal avivó esta nueva conciencia de nuestra común humanidad y de nuestra mutua responsabilidad incluso por aquellos que no pertenecen a nuestros grupos o culturas de referencia.
Los colegios y universidades, inspirados por la Compañía de Jesús, han caminado rápidamente en esa dirección en los últimos años. Las universidades crearon la Asociación Internacional de Universidades de la Compañía de Jesús (IAJU, en inglés) en 2018. Los colegios han lanzado su propia red global el año pasado como culminación de un largo camino de trabajo en red global que está ayudando a nuestros colegios a caer en cuenta del inmenso potencial apostólico que se desarrolla cuando se trabaja en redes internacionales.
33. Se han venido desarrollando programas importantes que antes no teníamos: educación para la ciudadanía global, cuidado del medio ambiente, políticas para la creación de ambientes sanos y protegidos, comunidades globales como Educate Magis y muchas otras. Las posibilidades de colaboración de los antiguos alumnos en estas áreas son inmensas, pero también exige pasar de la mentalidad de mi asociación a sentirse comunidad global capaz de colaborar sin límites locales.
Quiero animarlos a continuar la experiencia de abrir las asociaciones a todos los exalumnos de un área geográfica, a la creación de nuevas estructuras en la que encuentren espacio todas las personas que han pasado por alguna de las instituciones inspiradas por la Compañía de Jesús e, incluso, aquellos que se sienten llamados a unirse como colaboradores en la misión común. Ustedes lo han claramente expresado en la convocatoria a este congreso: los antiguos alumnos deben verse como miembros de una comunidad global al servicio local, nacional e internacional.
34. El Papa Francisco ha convocado un nuevo pacto educativo global con el fin de trazar los nuevos caminos para una educación que pueda responder a los desafíos de los que hemos venido hablando.
Este nuevo pacto educativo quiere impulsar la educación de calidad como un derecho humano, una educación de calidad “para unir esfuerzos para alcanzar una alianza educativa amplia, con vistas a formas personas maduras, capaces de reconstruir el tejido relacional y crear una humanidad más fraterna.”(Discurso 7 de febrero de 2020).
35. Participar en este pacto es una posibilidad enorme para que ustedes como antiguos alumnos y nosotros como Compañía de Jesús podamos contribuir con nuestra experiencia e ideas a una educación de calidad que llegue a todos, especialmente a los más marginados del mundo. Sé que muchos de nuestros exalumnos se han entusiasmado con estas posibilidades y han ofrecido sus conocimientos, tiempo y recursos para hacerlo realidad. He visto a nuestros exalumnos colaborando con cariño y profesionalismo en los proyectos educativos de los campos de refugiadosdel Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), en nuestras escuelas de Fe y Alegría, de Cristo Rey, de Nativity… y muchos otros proyectos que buscan hacer realidad y responder al llamado del Papa por un nuevo pacto educativo, al que también se ha unido la UNESCO con su propio llamado a un nuevo contrato social para la educación. No hay mejor forma de agradecer la calidad de la educación recibida que compartirla con otros y de trabajar para que todas las personas puedan acceder a una educación de calidad.
5. Las Preferencias Apostólicas Universales, el camino de servicio a nuestra misión de reconciliación y justicia
36. Después de un largo y fructífero discernimiento y como respuesta a una petición de nuestra última congregación general presenté al Papa Francisco, quien confirmó y aprobó cuatro preferencias apostólicas universales para el decenio 2019-2029. Las recuerdo brevemente:
A. Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento.
B. Caminar junto a los pobres, los descartados del mundo, los vulnerados en su dignidad en una misión de reconciliación y justicia.
C. Acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador.
D. Colaborar en el cuidado de la Casa Común
37. Estas preferencias son orientaciones que buscan ayudarnos en el proceso de transformación personal e institucional necesarios para el servicio a la misión de reconciliación y justicia requeridas en el mundo herido en el que vivimos. Las preferencias son la manera de seguir hoy a Jesús y compartir con otros su mensaje de vida en plenitud expresado en los evangelios. Como lo indiqué en mi carta de presentación:
“No son nuestras preferencias, hemos seguido al Espíritu Santo, quien nos ha guiado e inspirado. Las recibimos confirmadas por el Papa, confiados, como Ignacio y los primeros compañeros, que es quien posee la mejor visión de las necesidades del mundo y de la Iglesia. Las preferencias apostólicas universales nos llevan a superar toda forma de auto-referencialidad o corporativismo y así convertirnos en auténticos colaboradores en la misión del Señor compartida con tantas personas dentro y fuera de la Iglesia. Son una oportunidad para sentirnos mínima Compañía colaboradora.”
38. Las preferencias, si se toman con seriedad, exigen entrar en un proceso de conversión personal, comunitaria e institucional que deben reflejarse en nuestros estilos de vida y trabajo.
En este sentido llaman por la misma conversión ecológica e integral de la que hemos venido hablando. Por ello es muy importante dedicar el tiempo y el discernimiento necesarios para evitar que las preferencias las convirtamos en meras tareas, acciones o un listado de control.
39. San Ignacio quiso pasar rápidamente de su herida en Pamplona al nuevo hombre que leía en la vida de los Santos. Sin embargo, en un proceso que fue incluso doloroso, se dio cuenta que ello no era posible al menos que dejara que Dios verdaderamente tocara su interior y purificara sus deseos.
Recordemos incluso que, en Manresa, al borde de la desesperación por no lograr lo que quería, consideró quitarse la vida. Solo cuando finalmente se dio cuenta que todo dependía de Dios y que lo que necesitaba era ponerse en sus manos en actitud de humildad y agradecimiento pudo obtener la paz interior y la fuerza para convertirse en un verdadero apóstol.
40. Las preferencias igualmente nos llaman a esta conversión espiritual que exige superar la tentación inicial de hacer sin antes verdaderamente ser... las preferencias son un llamado a encarnar en nuestras vidas y acciones una nueva mirada, una nueva actitud en la sociedad y frente a todo lo creado; pretenden desencadenar un proceso, que como en el caso de Ignacio después de Pamplona lo llevó a ver todas las cosas en Cristo y a asumir una vida guiada por valores diferentes a aquellos que lo habían orientado hasta ese momento. Valores que puedan responder a la invitación que el Papa Francisco ha hecho a toda la humanidad en Laudato Si’ como respuesta a la crisis ecológica y social de nuestro tiempo:
“Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos.” (LS 14)
41. Como lo afirma más adelante:
“Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración” (LS 202).
42. Las preferencias son un camino espiritual abierto a todos aquellos que quieran vivir su vida en referencia a los valores evangélicos que esperamos haber compartido con ustedes en sus años de formación al compartir los rasgos de la espiritualidad que hemos heredado de Ignacio y una larga lista de compañeros por más de cinco siglos. Estas preferencias se encarnan bien en el mensaje inspirador del P. Arrupe de ser personas con y para los demás y ser verdaderamente agentes de esperanza y reconciliación en nuestro mundo donde hay tantas personas que se sienten sobrepasadas y abrumadas por las dificultades que vivimos. Las preferencias ayudan a encarnar la cura mundi, el cuidado por todo lo creado, que es una extensión de la verdadera cura personalis que es una característica central de nuestra educación.
43. En el proceso de apropiación y puesta en práctica de las preferencias apostólicas universales he invitado a los jesuitas y a nuestros compañeros/as en la misión a emprender este proceso de renovación bebiendo de las fuentes espirituales que Ignacio encontró en su vida y que siguen siendo medios extraordinarios para lograr una transformación verdadera del mundo y de nuestra vida. En primer lugar, tenemos los Ejercicios Espirituales. Muchos de ustedes tuvieron la oportunidad de un primer contacto con ellos durante sus años escolares. Los invito a que a través de las asociaciones los puedan seguir ofreciendo en la inmensa riqueza de modalidades que se han ido creando en las últimas décadas. No hay herramienta más poderosa en la espiritualidad ignaciana que los ejercicios espirituales. A través de los años muchas personas han experimentado la transformación que brindan y que convierten el discernimiento de espíritus en el modo habitual de tomar decisiones personales y en común.
44. Desde hace algunos años la gran mayoría de los colegios vienen ofreciendo a los alumnos la oportunidad del examen de conciencia para detener el loco ritmo de hacer cosas y reconocer el paso de Dios en sus vidas. En años recientes también hemos redescubierto el poder de las conversaciones espirituales, la oración y por supuesto el discernimiento del que San Ignacio fue un discípulo, maestro y promotor destacado. Como el Papa Francisco lo expresaba en su carta de aprobación y confirmación de las preferencias sin la actitud orante propia “lo otro no funciona.”
En Manresa finalmente San Ignacio descubrió que el camino de conversión que estaba experimentando era finalmente un llamado a ser y no al simple hacer... Sí, es verdad que Ignacio se convertirá en el discípulo de la acción apostólica de manera hasta ese momento inédita en la vida religiosa, pero ese hacer era consecuencia de un nuevo ser y no de un voluntarismo heroico o un activismo desorientado.
6. En contexto de Gratitud
45. El P. Adolfo Nicolás compartió con ustedes durante el VIII Congreso de antiguos alumnos en Medellín, Colombia, (2013) una bella reflexión sobre la responsabilidad social y lo que significa ser creyente hoy. En su alocución enfatizó la gratitud como la fuente última de la responsabilidad social para el creyente. Afirmó:
“La tradición ignaciana, por su parte, ha querido situar al ser humano no en la órbita de la responsabilidad sino en la del agradecimiento... solo quien ha tenido un ‘conocimiento interno de tanto bien recibido’, y un reconocimiento pleno de ellos, puede sentir el anhelo de orientar su vida de modo que pueda ‘en todo amar y servir (Ej, 233).”
46. Quiero reafirmar esta convicción ignaciana que es el agradecimiento el motor último de nuestras acciones. Las preferencias apostólicas universales son un reconocimiento al amor de Dios y su cuidado por todos nosotros, la creación, especialmente los jóvenes y los descartados del mundo. Es en continuidad con esta convicción ignaciana que hoy he querido invitarlos a que podamos caminar juntos como verdaderos compañeros en la misión de reconciliación y justicia con los demás, con la creación y con Dios. Sólo cuando reconocemos que Dios nos ha amado primero y que nos ha bendecido con todo tipo de bienes es que podemos convertirnos en verdaderos agentes de reconciliación y justicia en nuestro mundo herido.
47. El Papa Francisco en Laudato Si’ también afirmaba el importante papel de la gratitud en la conversión ecológica de la que hemos hablado antes, pues solo “un reconocimiento del mundo como un don recibido del amor del Padre […] provoca como consecuencias actitudes gratuitas de renuncia y gestos generosos.” (LS 220)
48. Quiero terminar invocando a Nuestra Señora para que como pedía Ignacio nos ponga con su Hijo. Ignacio dejó en Monserrat a los pies de la Virgen, la Moreneta, su espada y con ella su antigua condición de caballero voluntarioso que quería conquistar el mundo con las armas y el corazón de las mujeres con sus proezas. Allí asumió el traje de un mendigo y se encaminó a Manresa donde el Señor le acompañaría con paciencia y amor en un proceso profundo de transformación interior que nos sigue hoy iluminando para que podamos ver todas las cosas nuevas en Cristo.
49. ¡Nuestra Señora de Monserrat acompáñanos en el camino, recíbenos como colaboradores de la misión de esperanza que tu Hijo Jesús realiza en el mundo!