Homilías

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ

Escrito por
Homilía del Domingo 4 de agosto, 18 del tiempo ordinario

Los seguidores de Jesús debemos usar los bienes económicos como medios que nos ayuden a ser más felices y a compartir, y no como un fin absoluto... Y compartir, tenemos que ayudarnos económicamente especialmente cuando alguien cercano y querido lo está pasando mal. Entonces nuestra vida no será vanidad de vanidades, sino amor de amores y a eso nos invita Jesús.

Domingo 4 de agosto, 18 del tiempo ordinario.

Lecturas: Eclesiastés 1,2. 2,21-23.  Colosenses 3,1-11.  y   Lucas 12,13-21.

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ 

El Libro del Eclesiastés tiene una visión muy pesimista de la realidad. El primer párrafo que leemos hoy es como una síntesis de todo el libro: “vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Al leerlo nos preguntamos cómo es posible esta afirmación, dado que se trata de la Palabra de Dios. Hay algo de verdad en esa frase, pero no toda la verdad revelada. Ningún libro de la Biblia contiene la revelación completa. Unos señalan algún aspecto de ella y otros textos nos presentan  ideas diferentes y complementarias. Por eso el texto que leemos hoy hay que considerarlo junto a los demás. El autor del Eclesiastés no conocía a Jesucristo, aun faltaban tres siglos para su venida. Es a la luz del Señor como hemos de comprender este pasaje y todos los demás del Antiguo Testamento Somos seres limitados, hay muchas cosas vanas en nuestra vida, cosas que pasan sin dejar huella, y cosas que pasan y nos hacen mucho daño. Pero también gracias a nuestra fe en Cristo somos capaces de amar y tener una vida positiva de servicio y ayuda a los demás. Es lo que nos propone San Pablo en la segunda lectura cuando invita a los cristianos de Colosas a unirse profundamente a Cristo: “ya que han  resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba……despójense del hombre viejo con sus obras y revístanse del nuevo que se va renovando a imagen de su Creador”. El “hombre viejo” es la persona que vive alejada de Dios, hundida en sus pasiones. El “hombre nuevo” es la persona que se ha entregado a Jesús y a pesar de sus limitaciones lo va siguiendo. El apóstol señala que en el nuevo orden instaurado por Jesucristo no hay distinción entre las personas, todos somos iguales. Esta fraternidad universal es la que supera la vanidad de las cosas. No todo es vanidad. Existe el amor que cuanto más grande es, más se extiende.

Y en el evangelio Jesús nos pone un ejemplo bien claro de la vanidad cuando nos habla del hombre que tiene muchos bienes y piensa que va a vivir feliz muchos años, y muere esa misma noche. ¿De qué le sirvió tanta plata?. En la sociedad que vivimos el principio y fundamento de la vanidad es el dinero, tengo más que tú, luego valgo más que tú. Es el dinero el que nos separa y enfrenta. No es raro ver familias divididas por la herencia. La fraternidad se olvida porque mi hermano ha heredado más bienes que yo. Por lo tanto mi papá ha sido injusto….Los seguidores de Jesús debemos usar los bienes económicos como medios que nos ayuden a ser más felices y a compartir, y no como un fin absoluto.   

Dios de ninguna manera quiere la pobreza. No puede aceptar las grandes desigualdades entre sus hijos. Esa situación de injusticia le ofende gravemente porque rompe su proyecto para la humanidad: que todos puedan vivir bien y desarrollarse en plenitud. La pobreza es fruto de la injusticia y por lo tanto totalmente contraria a la voluntad del Señor. No podemos adorar al dinero, nuestro Dios es Jesús, no la plata. Tampoco deberíamos caer en un consumismo exagerado, no esclavizarnos a la moda. Y compartir, tenemos que ayudarnos económicamente especialmente cuando alguien cercano y querido lo está pasando mal. Entonces nuestra vida no será vanidad de vanidades, sino amor de amores y a eso nos invita Jesús.

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