Domingo 28 de julio, día de la Independencia Nacional
Festividad de la Virgen María Reina de la Paz.
Lecturas. Isaías 9,1-6. Filipenses 4,4-9. y Lucas 1,39-47.
P. Fernando Jiménez Figueruela
En el día de nuestra Independencia Nacional, celebramos en el Perú una fiesta especial. La Iglesia nos propone a María como Reina de la Paz para iluminar desde la fe este gran día. En las tres lecturas hay un tema común: la alegría. En la primera, Isaías invita al pueblo de Israel a alegrarse porque han visto una luz grande. Van a quedar libres del yugo del opresor, porque les ha nacido un niño al que llamarán Príncipe de la Paz. El pueblo de Israel, en medio de sus conflictos históricos, no perdía la esperanza. Confiaba en que la promesa hecha por Dios a sus antepasados se cumpliría. Esa promesa se refería a una vida en paz y libertad. Jesucristo es el cumplimiento de la promesa del Padre. El Mesías ha llegado, el auténtico Príncipe de la Paz está entre nosotros presente por la fuerza de su Espíritu. Por eso Pablo en la segunda lectura nos dice: “Estén siempre alegres en el Señor, que su bondad la conozca todo el mundo. El Señor está cerca”. Y luego anima a los cristianos de Filipos a poner por obra todo lo que es justo, amable, y puro.
En el evangelio, María que ya estaba embarazada por obra del Espíritu Santo, viaja de Galilea a Judea. Eran unos tres días de camino. Va a ayudar a su prima Isabel, ya anciana, que también esperaba un hijo. María, servicial y misionera. Se hubiera podido quedar en Nazaret, contemplando la maravilla que Dios había obrado en ella, pero no, se lanza a un viaje largo y peligroso para ayudar a Isabel. Y le lleva a Cristo. Todavía no ha nacido, pero ya desde las entrañas de su madre va a llenar de alegría a la familia de Zacarías. El niño que esperaba Isabel, el futuro Juan Bautista, salta de gozo en el vientre de su madre por la proximidad de Jesús.
La Virgen María es profundamente amada y venerada en el Perú. Este amor a María nos debe llevar a todos a respetar y promover la dignidad de la mujer. Es una contradicción absoluta venerar a la Virgen y maltratar, o marginar a las mujeres. El machismo en la Iglesia y en la sociedad es una vergüenza y una indignidad contra la que hay que seguir luchando. En este día de la Patria vamos a mirar a María. En ella encontramos una motivación permanente para seguir trabajando por un Perú mejor. Ella tan grande y tan humilde. Madre de Dios y madre nuestra. Modelo de mujer fuerte y luchadora. La jovencita que aceptó el plan de Dios después de preguntar al ángel que significaba su saludo. La que creyó y espero contra toda esperanza. La mujer pobre que caminaba descalza con el cántaro de barro a sacar agua de la fuente y cultivaba con su hijo y con su esposo José unas chacritas que apenas daban para comer. La mujer fuerte que se mantuvo en pie al lado de la cruz de su hijo. La madre de la Iglesia naciente que acompañó a los apóstoles. Y hoy madre y modelo de todos nosotros. ¡Tan diferente a como la representamos en las imágenes!.
Hoy es un día de alegría y esperanza a pesar de todos los problemas que estamos viviendo. Alegría por tantas maravillas como Dios ha hecho en nuestro Perú. Y esperanza porque en el Perú hay mucha gente honesta y luchadora, la mayoría de los peruanos. Alegría por esas mujeres que son padre y madre y no pierden ni el gozo de vivir ni la esperaza. Alegría también porque ayer, en la inauguración de los Juegos Panamericanos dimos al mundo un maravillosos espectáculo. Demostramos lo que los peruanos podemos hacer cuando nos unimos entorno a un ideal.
Que Dios y la Virgen bendigan al Perú y a cuantos nos esforzamos cada día por hacerlo mejor.