Homilías

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ

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Homilía del Domingo 11 de agosto, 19 del tiempo ordinario

Domingo 11 de agosto. 19 del tiempo ordinario

Lecturas: Sabiduría 18,6-9. Hebreos 11,1-19.  y  Lucas 12,32-48.

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ 

El resumen de las lecturas de hoy podría ser este: La fe nos mantiene en actitud vigilante, inquietos, buscando siempre el bien mayor. No podemos vivir nuestra fe en Jesús de espaldas a la realidad, encerrados en nuestra pequeña vida. El pasaje de la carta a los Hebreos nos dice que la fe es seguridad en lo que se espera y prueba de lo que no se ve. Y a continuación va enumerando ejemplos de personajes del Antiguo Testamento que vivieron iluminados por una profunda fe en el Señor. Comenzando por Abraham, que se fió de Dios y fue capaz de dejar su patria y lanzarse a la aventura de un largo viaje en busca de la tierra que el Señor Dios le había prometido. El camino de Abrahán siguiendo a un Dios mayor y confiando en él, es nuestro propio camino. Nosotros también vamos siguiendo a un Dios que nos propone continuamente nuevas metas. Como seguidores de Jesús podemos ir asumiendo cada día nuevos retos, nuevos compromisos que profundizan la vida cristiana. Pero ¿por qué hacerlo?. ¿Porqué Dios no nos deja en paz?, ¿Porqué nos pide cada vez nuevos avances?. Por que desea que ensanchemos el corazón. Que no lo tengamos arrugado como una pasa. Un corazón grande es capaz de más amor y el amor es lo único que nos puede hacer felices.  Recordemos que la medida del amor es amar sin medida. Nuestra tentación es desconfiar de El, cansarnos de avanzar y sentarnos en el camino. A mi edad, en mis circunstancias concretas ¿qué puedo hacer para ser mejor seguidor de Jesús?.

La fe es un encuentro personal de amor entre Jesús y nosotros. La fe no es creer “algo”, es creer a  “alguien. Y por ello creo en lo que él me dice. Es la aceptación libre a toda la verdad que Dios ha revelado por medio de las palabras y las obras de Jesús. Hago lo que me pide mi amigo. La dinámica de la fe en Dios funciona igual que las relaciones personales entre nosotros. Es ante todo un don gratuito, igual que el amor humano. No la merecemos, se nos ha dado. Y gratuitamente podemos responder a ella. Entre dos personas que se aman hay una gran alegría de estar juntos, necesidad de conocerse cada vez más, fidelidad, confianza, entrega del uno al otro para que sea feliz.  Hacer  feliz al ser amado. Exactamente igual ocurre en nuestra relación con Dios. ¿Pero acaso nosotros podemos hacer feliz a Dios?. Sí, desde luego. Jesús se sentía feliz cuando descubría que las personas creían en él y lo seguían..

El evangelio de Lucas nos dice que donde está nuestro tesoro está nuestro corazón. Si nuestro tesoro son los bienes materiales, el poder y la gloria del mundo, nuestro corazón estará apegado fuertemente a esas cosas. Pero si nuestro tesoro es Jesús y su proyecto de hacer un mundo mejor, nuestro corazón estará en él. El evangelio nos invita a estar vigilantes como lo estaban los empleados de una familia esperando que llegara su patrón a la hora que fuera. Con las lámparas prendidas atentos para abrirle la puerta apenas llame. Para nosotros estar atentos significa mirar la realidad con los ojos de Jesús. Amar este mundo nuestro tan complicado. Tener una mirada abierta, no oscurecida por nuestros miedos. Ser capaces de descubrir la obra de Dios que actúa en la historia y  discernir para ver que nos pide en cada momento para seguir siendo servidores de la misión de Jesús acá y ahora.

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