Homilías

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ

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Homilía del Domingo 18 de agosto, 20 del tiempo ordinario

El fuego no solo es destrucción, también es energía y purificación. El fuego que trae Jesús es el amor que transforma nuestras vidas y el mundo. Es un fuego que quiere prender otros muchos. Pero hay gente que desea apagarlo. Están muy bien instalados en sus vidas egoístas y para nada desean que esa situación cambie.

Domingo 18 de agosto, 20 del tiempo ordinario.

Lecturas: Jeremías 38.4-10.  Hebreos 12,1-4  y  Lucas 12,49-53.

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ

Las tres lecturas de hoy presentan un tema común: la dificultad de seguir a Jesús y los problemas que nos pueden venir a consecuencia de una vida cristiana profunda e integra. Este domingo nos llega la Palabra de a Dios como un toque de atención que no nos permite ninguna tregua en el seguimiento de Cristo. Esta situación es muy humana, pues tampoco el amor al ser más querido permite treguas o paréntesis. Jesús es la opción fundamental de nuestra existencia. Su vida y su palabra han de ser nuestra prioridad si de verdad nuestro seguimiento de Jesús es real: “afectivo y efectivo”. Las lecturas de este domingo nos invitan a no dormirnos  en los laureles. Nuestro sí a Cristo es decisión por Él constante y permanente, sin descanso. Asumiendo las pruebas y dificultades inherentes.

Sabemos que la vida y misión del profeta Jeremías fueron muy duras. Su ministerio profético se dio en un momento muy crítico de la historia de Israel. El pueblo, que desoye sistemáticamente el mensaje divino anunciado por el profeta, camina hacia la fatalidad de la derrota y el  destierro. El profeta asume una decisión política: No enfrentemos la gigante babilonio porque no tenemos ninguna oportunidad. Busquen otra alternativa. Pero los jefes del pueblo  prefieren callar al profeta, heraldo de la verdad divina, decidiendo su muerte. Leemos como lo arrojaron vivo a un pozo, pero Dios lo libera. Se cumple así lo que nos dice el salmo: Dios mío tú eres mi auxilio y mi liberación.

El autor de la Carta a los Hebreos nos invita a mirar a Jesús que renunciando al gozo inmediato soportó la cruz y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Recuérdenle y no se cansen ni pierdan el ánimo.

La cosa está que arde, la situación de nuestro país y de toda la humanidad es muy difícil y compleja. El evangelio de hoy nos habla de “fuego”. El fuego no solo es destrucción, también es energía y purificación. El fuego que trae Jesús es el amor que transforma nuestras vidas y el mundo. Es un fuego que quiere prender otros muchos. Pero hay gente que desea apagarlo. Están muy bien instalados en sus vidas egoístas y para nada desean que esa situación cambie. Fuego o agua. Cambiar las cosas o dejarlas como están. Sabemos que si continuamos en  el camino del cambio, que es el camino de Jesús sufriéremos, como Jeremías, cómo el mismo Cristo dificultades e incomprensiones, quizás de gente muy cercana. ¿Hasta donde estamos dispuestos a llegar por Jesús y su proyecto?

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Creemos que un Mundo Mejor es posible, seguimos el camino de San Ignacio a través de su deseo de “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”, tratamos de ser verdaderos y dignos discipulos de Jesús, amigos, hermanos y compañeros de Jesús, siguiendo su ejemplo , el “hombre para los demás” por excelencia, que con su palabra y su ejemplo nos enseñó la fuerza transformadora del amor.