Homilías

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ

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Homilía del Domingo 25 de agosto, 21 del Tiempo Ordinario

Domingo 25 de agosto.  21 del Tiempo Ordinario.

Lecturas: Isaías 66,18-21. Hebreos 12,5-13.  y  Lucas 13,22-30.

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ 

El pasaje más llamativo de las lecturas de hoy es la pregunta que le hacen a Jesús: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?. Tal vez ustedes en alguna ocasión se han preguntado lo mismo. La salvación es la plenitud humana que Dios ha dispuesto para todos sus hijos. Dios nos crea para que  realicemos en plenitud todas nuestras cualidades en fraternidad y armonía con El, los demás y la naturaleza. Esa salvación es un don gratuito que Dios nos da, pero al mismo tiempo es un compromiso que debemos asumir activamente. Yo acepto esa salvación y la voy concretando en mi vida. Porque la salvación que Cristo nos trae comienza en esta vida y tendrá su plenitud en la otra. La vida eterna que esperamos es la continuidad de esta vida histórica pero profundamente transformada por la presencia de Dios. Seremos nosotros, con nuestra historia personal  pero ya libres de todas las contradicciones de esta vida. Como nos dice el Apocalipsis, en el mundo nuevo no habrá ni llantos ni dolor porque todo eso ya ha pasado.

Estamos salvados por nuestra fe en Jesús. Aunque siempre habrá la posibilidad de que alguien rechace esa salvación. ¿Y los que no creen en Cristo?. La Iglesia desde el Concilio Vaticano IIº nos dice muy claramente que toda persona que actúa según su recta conciencia se salva aunque uno sea cristiana. ¿Por qué van a estar excluidos de la salvación los que no tuvieron la oportunidad de conocer a Jesús?. No podemos juzgar ni condenar a nadie, porque ignoramos lo que ocurre en  su conciencia. Al respecto hay una cita muy importante del Catecismo de la Iglesia Católica aprobado por San Juan Pablo II, que en su Nº 1735, dice:

La imputabilidad y la responsabilidad de una acción, pueden quedar disminuidas o incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales

Es decir que no podemos conocer, ni por lo tanto juzgar lo que hacen las personas. Tal vez alguien que ha sido un monstruo de la naturaleza no tenía ni conocimiento del mal que hacía ni libertad para dejar de hacerlo. La Biblia nos habla muchas veces del cielo y el infierno, de los ángeles y demonios. Son datos de nuestra fe. Pero Dios no creó ni el infierno ni a los demonios. Fueron los ángeles que pecaron, que rechazaron radicalmente a Dios los que con su acto se hicieron demonios y la situación en que quedaron, voluntariamente asumida, es el infierno. La gran pregunta es si en él hay algún ser humano. Y la respuesta que nos da la Iglesia es: no sabemos. La Iglesia declara que los santos están en el cielo. Pero de nadie, ni de los seres más malvados, declara que están en el infierno porque no sabe qué ocurre en su conciencia. Creemos en el purgatorio, esos seres malvados tendrán un purgatorio muy largo y duro para purificarse de su maldad. Pero el purgatorio acaba. Por eso ofrecemos Misas por nuestros difuntos. La certeza de nuestra salvación, lejos de distraernos de las graves responsabilidades que tenemos con nuestra sociedad, nos motivan  a trabajar intensamente por una humanidad mejor en la que se realice el sueño de Dios: vivir la fraternidad en un mundo reconciliado. Por todo ello ante la pregunta que le hicieron a Jesús sobre el número de los que se salvan, afirmamos que se salvan todos, porque conocemos a Jesús, sabemos cómo es y cómo actúa y nos fiamos de El. Lo siento por los católicos a quienes encantaría que el infierno estuviera lleno…… que desde luego de católicos solo tienen el nombre.

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