Homilías

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ

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Homilía del Domingo 29 de diciembre, Festividad de la Sagrada Familia

Domingo 29 de diciembre, Festividad de la Sagrada Familia.

Lecturas: Eclesiástico 3,2-14. Colosenses 3,14-21.  y  Mateo 2,13-23.

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ 

Cuando pensamos en la Sagrada Familia de Nazaret nos imaginamos a la Virgen, San José y el Niño solos en su casita. Pero la realidad no era así. Las familias eran patriarcales, vivían bajo la autoridad del abuelo paterno. Cuando la Virgen se casó fue a vivir con la familia de San José, como dice Mateo 2,24: “recibió a su esposa en su casa”, y allí vivían junto a los  suegros, cuñados y sobrinos. Era clanes muy unidos. Todos se tenían que ayudar para el trabajo pues eran pobres. Se ganaban la vida con mucho esfuerzo cultivando algunas parcelas de tierra, criando algunos animalitos y haciendo trabajos manuales. Normalmente eran familias muy religiosas. Los israelitas en tiempo de Jesús recitaban cada día muchas oraciones, iban lo sábados a la sinagoga y con frecuencia al Templo de Jerusalén. En este ambiente creció  Jesús. Por eso los evangelios hablan de “sus hermanos”. En  arameo la misma palabra designa a hermanos, primos y parientes. Pero  llegó un momento en que María y José con el niño tuvieron que huir a Egipto. Literalmente fueron exiliados políticos. Y la razón es bien clara el rey Herodes quería matar al niño. Algunos católicos no deberían olvidar esto cuando se sienten incómodos por la presencia de inmigrantes. Cuando vemos a una pareja joven de venezolanos con un bebe, deberíamos recordad que nuestro Dios, Jesús junto con María, a la que supuestamente amamos tanto, estuvieron en la misma situación.

Las dos primeras lecturas nos presentan también  virtudes familiares que no deberían faltar en ningún hogar. El texto del Eclesiástico nos habla del amor mutuo entre padres e hijos: “hijo mío sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras viva aunque chochee, hoy diríamos aunque tenga alzheimer, no lo abandones mientras viva”.  Y San Pablo en sus palabras a los colosenses les recuerda. “sobrellévense mutuamente y perdónense cuando tengan alguna queja de otro y por encima de todo reine el amor que es el ceñidor de la unidad”.

Estamos viviendo el nacimiento de una nueva época, una cultura nueva está surgiendo y eso lleva a cambios muy profundos, a nuevas manera de ver y vivir la realidad. Necesariamente la familia se ve inmersa en ese dinamismo. Existen nuevos tipos de familia, diferentes a la que la mayoría de nosotros hemos vivido. Esta realidad nos puede gustar o no pero está ahí: Familias en la que la mamá esta sola con los hijos. Nuevas familias después de un primer fracaso en el matrimonio. Parejas que se niegan a tener hijos, y parejas del mismo sexo. Nuestra preferencia por la familia “tradicional” no nos debería llevar a actitudes de condena o exclusión, que son totalmente contrarias al espíritu de Jesús. En la fiesta de la Sagrada Familia damos gracias a Dios por la nuestra. Nos esforzamos en hacerla mejor cada día por el amor mutuo, la ayuda y la comprensión y tenemos una mirada de amor hacia todos. Tal vez tus hijos no se quieren casar por la iglesia, pero los amas. Tal vez tu hermana, separada vuelve a tener otra pareja y tú la quieres mucho. O tal vez hay un familiar gay, al que también quieres mucho. La fe en Cristo ilumina y da sentido a todos los cambios culturales, pero para ellos nosotros, sus seguidores, tenemos que tener el corazón abierto a todos. Habrá cosas que no nos parezcan bien, pero jamás juzgaremos ni condenaremos a quienes lo realizan porque desconocemos sus motivaciones y sobre todo porque Cristo nos dijo que no juzguemos  ni condenemos. (Mt 7,1). Hoy más que nunca la ternura y la comprensión deberían ser nuestras actitudes normales porque fueron las de Jesús.

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