Domingo 24 de noviembre, final del año litúrgico. Festividad de Cristo Rey.
Lecturas: 2º Samuel 5,1-3. Col 1, 12-20. y Lucas 23, 35-43.
P. Fernando Jiménez Figueruela SJ
El año litúrgico no coincide con el año civil porque se organiza a partir de la Pascua cuya fecha cambia cada año ya que se celebra en la luna llena entre marzo y abril, tal como hacían los judíos. Hoy es el último domingo del tiempo litúrgico y la Iglesia nos presenta la festividad de “Cristo Rey del universo”. Esta comparación de Cristo con un rey, nos puede parecer un tanto lejana a los que siempre hemos vivido en un régimen republicano, pero tiene su sentido. Queremos expresar con ella la importancia de Jesucristo, no sólo en nuestras vidas sino también a nivel de todo el universo. Decimos en el credo que Jesús “está sentado a la derecha del Padre” con ello queremos expresar el rol fundamental que ejerce hoy en la historia de la humanidad. Cristo es Rey, es Señor, es Líder, es el Ser más importante de la historia. Por todo ello llama la atención que en el evangelio veamos a Cristo en la cruz.
Desde un punto de vista humano, la cruz nos parece la peor de las experiencias para proclamar la grandeza de una persona. Pero la verdad es que Cristo reina desde la cruz. Ella nos hace ver que su reinado no es como los reinados del mundo: de poder, grandeza, riqueza, vanidad.....etc. En la cruz de Cristo reina el amor que fue capaz de dar la vida por nosotros. La cruz representa la victoria del amor sobre el egoísmo, de la humildad sobre el poder y de la esperanza sobre el miedo. La cruz no está para ser contemplada sino para ser asumida viviendo el seguimiento de Jesús con todas sus consecuencias. Si somos fieles a El, la cruz aparecerá en nuestras vidas. La cruz de Cristo comienza a ser salvadora ya con el buen ladrón.
Creemos que Jesús resucitado sigue actuando en el mundo por medio de su Espíritu Santo. Es como un imán muy potente que atrae hacia Sí toda la evolución de la humanidad. La humanidad no avanza a ciegas, hay una meta que la atrae y esa meta no es otra que el mismo Jesús resucitado. Es lo que nos dice el texto de colosenses de la 2º lectura, que les invito a leer despacio: Todo fue creado por El y para El, todo se mantiene en El. El es el principio, el primogénito de entre los muertos. Dios Padre quiso que residiera en El toda la plenitud. Estas ideas las completa el Apocalipsis (21,6) cuando señala que Jesús es el principio y el fin. El principio porque El creó el universo y el fin por que todo camina hacía El.
El reinado de Cristo se ofrece, no se impone. El quiere reinar en nuestros corazones llenando nuestra vida de sentido, de alegría, de fuerza y de esperanza. Pero esta atracción de Cristo ha de ser aceptada libremente por cada uno de nosotros. Jesús quiere instaurar en el mundo su reinado de justicia, de verdad, de amor y de paz. Sueña con que toda la humanidad se transforme en un mundo de hermanos donde reine la justicia, no la exclusión, ni las enormes desigualdades que hoy sufrimos. Quiere que reine la verdad en vez de la mentira y la paz en vez de la violencia. Esa paz que sólo puede ser fruto de la justicia. Y nos pide a nosotros los cristianos que construyamos ese mundo nuevo unidos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, creyentes o no. Somos “servidores de la misión de Jesús” continuadores de su obra. Si Dios reina en nuestras vidas, estas se van a transformar radicalmente. Ya no viviremos para nosotros mismos sino para los demás y esto no solo a nivel privado sino sobre todo a nivel estructural – porque los grandes problemas de la humanidad son estructurales – si Dios reina en nuestras vidas el mundo se va a transformar, será una sociedad más justa, más solidaria, auténticamente democrática y en la que cada persona pueda realizarse plenamente. La humanidad irá avanzando hasta llegar a la meta final de la historia que será el encuentro con el Señor.
Esta festividad de Cristo Rey es también el día de los laicos, de ustedes. Laicos son todos aquellos fieles cristianos que viven su vocación en medio del mundo, como casados, trabajadores, profesionales..etc. De hecho son la enorme mayoría de la Iglesia. Su misión consiste en vivir en medio de la sociedad para transformarla según los criterios de Jesús. Algunos laicos descubren su vocación cristiana en el ejercicio de la política, la educación, el trabajo social, la medicina, el derecho, en toda profesión particular, siendo personas eficientes y honestas y de esta manera van construyendo en este mundo el proyecto de Jesús que ya está entre nosotros como semilla que crece y tendrá su plenitud cuando vuelva el Señor para transformar todas las cosas. “Yo hago nuevas todas las cosas”, Apocalipsis 21,5.
Con esta visión grandiosa de la humanidad caminando hacia Cristo Rey, y de nuestro compromiso personal con su proyecto, termina el año litúrgico.