Domingo 15 de diciembre, 3º de Adviento.
Lecturas: Isaías 35,1-10. Santiago 5,7-10. y Mateo 11,2-11.
P. Fernando Jiménez Figueruela SJ
Isaías y San Juan Bautista son, junto con la Virgen, los protagonistas del Adviento. Isaías es el profeta que más claramente habla del Mesías y siempre lo hace en tono de gran alegría. En la lectura de hoy señala como una de las características de los tiempos mesiánicos, la fecundidad de la tierra. En un país tan árido como Israel los corazones se llenaban de gozo al ver verdor, flores y frutos. Eran signos de la vida que el Señor su Dios les daba. También eran una señal mesiánica importante las curaciones. “Se despegaran los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo y la lengua del mudo cantará”. Por eso pide al pueblo alegría y confianza en su fe. Isaías nunca describe la acción del futuro Mesías en términos solo religiosos o espirituales. La salvación es para la persona completa y el mundo en que vive. Recordemos que la disyuntiva material-espiritual es por completo ajena a la mentalidad hebrea. Es propia de la filosofía griega que influyó mucho y muy negativamente en el cristianismo. Santiago, en la segunda lectura, escribe a los cristianos en parecidos términos. Han pasado muchos siglos desde Isaías, Jesucristo ha vivido entre los hombres, ha muerto y resucitado. Ellos creían como todas las primitivas comunidades cristianas que su segunda venida era inminente. Vivían en un estado de exaltación que les hacía olvidar la realidad. Por eso Santiago les pide realismo y paciencia. Poco a poco y con el paso del tiempo fueron comprendiendo que no sería así. Tenían todo un mundo por convertir a la fe antes de la segunda llegada del Señor. En esas circunstancias el Apóstol les anima a esperar con calma pero manteniéndose unidos.
El evangelio nos presenta a Juan Bautista preso por orden de Herodes. En la cárcel ha escuchado cosas sobre la actividad de Jesús, que no es exactamente lo que él esperaba. Pensaba que el Mesías debería ser más enérgico, amenazando con castigos a los que no escucharan su voz como había hecho él en el Jordán. Lo que ha escuchado le hace dudar de Jesús por eso, para ver cómo era, envió a sus discípulos para que le pregunten: “¿Eres tú el que había de venir o debemos esperar a otro?”. Encuentran a Jesús rodeado de gente entusiasmada pues ha hecho varios milagros. Jesús les contesta diciendo que le cuenten a su maestro lo que han visto: “los ciegos ven, los inválidos caminan, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres el evangelio”. ¿Creen que esos son signos de la llegad del Mesías?. Y añade “dichoso el que no escandaliza de mi”. El que no pone sus ideas preconcebidas de cómo debería actuar el Mesías. Es un aviso a Juan, pero luego Jesús hace de él un gran elogio. Es un profeta y mucho más que profeta, les aseguro que no ha nacido un hombre más grande que Juan Bautista. Elogio enorme que Jesús no hace de nadie más. Por eso la Iglesia le considera el primero de los santos. Lo que han visto hacer a Jesús es lo que le define: ayudar a todos, dar vida, y anunciar su mensaje preferentemente a los pobres que eran absolutamente marginados y despreciados por los fariseos y maestros de la Ley. Este es el Cristo en que creemos y cuyo nacimiento nos preparamos a celebrar. El Mesías que busca a todos para manifestarles con sus hechos la inaudita cercanía, ternura y misericordia de Dios.