Homilías

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ

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Homilía de hoy miércoles 18 de marzo

HOMILIA DE HOY, MIERCOLES 18.

Lecturas: Deuteronomio 4,1-9. Salmo 147. Mateo 5,17-19.

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ 

Las lecturas de hoy nos hablan de leyes y mandatos. Hoy no  nos suenan muy bien estas palabras, quizás porque la Iglesia ha insistido demasiado y durante mucho tiempo en ellas presentando la vida cristiana como una obediencia continua a los mandamientos. El primer texto es del Deuteronomio. Ayer les decía que el tiempo del exilio en Babilonia fue muy fecundo espiritualmente porque ayudó mucho al pueblo de Israel a conocer mejor a su Dios. Este libro es un ejemplo de eso ya que se compuso precisamente en los años del exilio. Es una relectura de las leyes de Moisés, que tenemos en el Exodo y el Levítico, pero desde la perspectiva de los exiliados.

En su mentalidad estaban convencidos de que la tragedia que les había venido era precisamente por no haber cumplido las leyes y mandamientos el Señor. Los Diez Mandamientos se dieron antes de la llegada a la tierra prometida y lo que pretendían era que vivieran en ella como hermanos. Que no repitieran al interior de su pueblo los esquemas de opresión que habían sufrido todos en Egipto. El autor recuerda la cercanía amorosa de Dios con su pueblo. “¿Hay una nación que tenga a sus dioses tan cerca como lo está el Señor Dios nuestro siempre que lo invocamos?”. Un Dios cercano y amoroso que nos da normas y leyes, no para oprimirnos, sino para ayudarnos a vivir como hermanos.

Jesús en el evangelio nos dice que no ha venido para abolir la Ley sino para darle pleno cumplimiento. La Ley en tiempos de Jesús era el conjunto de normas y mandamientos contenidos en El Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia. Y que constituían la voluntad expresa de Dios Este tema de la Ley es  central en la enseñanza y la práctica de Jesús. En su tiempo había 640 mandamientos!!!. Desde los Diez dados a Moisés, hasta normas insignificantes inventadas por los fariseos. No es lo mismo no matar que pagar el diezmo por la menta y el comino. Pero los fariseos lo metían todo en el mismo costal. Este grupo de personas muy religiosas - a su estilo - eran una fraternidad que tenía como objetivo el cumplimiento estricto de la Ley como camino privilegiado para dar culto a Dios. El problema era que muchas veces se quedaban en el cumplimiento externo, sin solidaridad ni amor. La gente, especialmente los campesinos y artesanos, el pueblo sencillo, no podía vivir cumpliendo tantas normas. El judío piadoso estaba literalmente enredado en ellas. La consecuencia era el desánimo y el alejamiento de un Dios al que era tan complicado llega. Y ya se encargaban los fariseos de darles mala conciencia. Llegan decir que los que no cumplían la Ley era unos malditos, (Jn. 7,49). Esta expresión era tan dura entonces como ahora.

Ante este panorama Jesús reacciona con fuerza. No podía permitir que presentaran una imagen tan falsa de Dios. El Padre de Jesús amaba a todos por igual, cumplieran o no la Ley. Ante una distorsión tan flagrante de su voluntad, Jesús repetidas veces incumple la Ley. Sobre todo en lo relacionado con el descanso sabático, la pureza legal y el contacto con publicanos y pecadores. Para Jesús el amor está siempre sobre la Ley. Esta no tiene ningún sentido si oprime a las personas, si no las ayuda a crecer espiritualmente. Recordemos solo algunos ejemplos que ustedes recuerdan bien: Jesús perdona a la adultera quebrantando la Ley de Moisés. Cura muchas veces en sábado, lo que estaba prohibido y deja que sus amigos corten espigas de un sembrado, lo cual tampoco se podía hacer.

No podemos ni imaginar la sorpresa y el escándalo que estas acciones producían en la gente más religiosa y la gran alegría de los pobres y pecador que descubrían un nuevo Dios cercano a ellos y amoroso. No hay ninguna duda que fueron estas cosas las que llevaron a Jesús a la muerte.

En la última cena, (Jn 15,12-13) Jesús nos da el mandamiento nuevo que recogía todo lo mejor de la Ley y pretendía evitar sus excesos: “mi mandamiento es este, que se amen como yo les he amado y no hay amor mayor que dar la vida por sus amigos.” Para nosotros cristianos los mandamientos no son cargas pesadas, son caminos de libertad que nos ayudan a amar más. ¿Vivimos aún la religión del temor?,¿o hemos pasado a la religión del amor?. El amor es mucho más exigente que la Ley, porque nos podemos limitar a cumplir y punto, pero el amor siempre nos lleva a más. Recodemos que la medida del amor es amar sin medida.  

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