Festividad de Todos los Santos, los Fieles Difuntos
Domingo 31 del Tiempo Ordinario
P. Fernando Jiménez Figueruela SJ
En la fiesta de Todos los Santos, la Iglesia recuerda a los millones de cristianos que a lo largo de estos veinte siglos han seguido con sinceridad a Cristo y han vivido con profundidad la fe. Ellos hicieron que la fe se fuera propagando de generación en generación y por todo el mundo. Son nuestros padres en la fe. El evangelio es el texto de la Bien Aventuranzas. Son una síntesis de toda la enseñanza de Jesús. El alaba, considera felices, bien aventurados, a las personas que tienen esas cualidades. Representan también el perfil del mismo Cristo y de sus seguidores. Les animo a que las lean en Mateo 5,1-12, viendo como Jesús las vive plenamente. El es las bien aventuranzas en vivo. También señalan nuestro perfil. El ideal al que caminamos. Muchos de los seguidores de Jesús que nos han precedido las han vivido en plenitud. Cristo alaba actitudes internas y actitudes sociales. Son actitudes internas: “los pobres de espíritu”. Esta expresión nos puede parecer negativa. Ser pobre de espíritu no significa ser sonso. Son los que tienen mucha necesidad de Dios, los que saben que sin Él nada pueden. Jesús alaba a los que lloran, a los sufridos, los misericordiosos, y los limpios de corazón, es decir a los que son sensibles a las necesidades ajenas. Y actitudes sociales: tener hambre y sed de justicia en este mundo tan profundamente injusto. trabajar por la paz, y sufrir las consecuencias: ser perseguidos por hacer el bien.
La fiesta de Todos los Santos nos llena de alegría y de esperanza, también nosotros podemos seguir a Jesús con radicalidad. Entre tanto santo desconocido están todos nuestros seres queridos que ya llegaron a la Casa del Padre. Por ello la Iglesia celebra al día siguiente a todos los fieles difuntos. No es casualidad: santos y difuntos. Porque ellos están en la presencia del Señor. Sólo Dios conoce las intenciones de las personas. Solo Él sabe por qué hicieron o no hicieron tal o cual cosa, y Dios siempre tiene la mirada de amor y misericordia. A lo largo de la vida nos vamos haciendo una capacidad de amar, como el alfarero que hace vasijas de barro de distintos tamaños. Según sea la capacidad de amor con la que lleguemos a Dios, El la llenará. Pero, ¿será posible que una persona llegue ante el Seños sin la más mínima capacidad de amar?...... no sabemos. Por eso no podemos afirmar que alguien esté en el infierno. Y hay una razón muy clara: la Iglesia afirma que algunas personas están en el cielo, son los santos canonizados. Es de fe que Ignacio de Loyola o Rosa de Lima están en el cielo. Pero la iglesia, de nadie, ni del peor monstruo de la naturaleza afirma que está en le infierno, por ello no declara a nadie “condenado”. Ni a Judas ni a Hitler. Y entonces ¿qué pasa con esas personas tan malvadas, que han causado sufrimientos horrendos?. Tendrán un purgatorio muy largo y duro. Al contemplar la maravilla que es Dios, sentirán un dolor enorme por sus maldades y ese dolor los purifica. Pero el purgatorio termina. Por eso ofrecemos misas por los difuntos.
Tenemos que recordar que Dios no creó ni a los demonios ni al infierno. Fueron ángeles que rechazaron totalmente a Dios, que se opusieron por completo a Él. Esa situación es el infierno y ellos se hicieron demonios. Pero no podemos afirmar que ningún ser humano esté en esa situación.
Una de las mayores alegrías de nuestra fe es la certeza de que nuestros seres queridos que han fallecido están con Dios, gozando de una felicidad que no podemos ni imaginar. Piensen en los momentos más felices de su vida y elévenlos a la millonésima potencia. Eso nos dará una pequeña idea de la felicidad de estar con Dios. Y ellos nos siguen ayudando, nos siguen protegiendo. ¿Cómo una mamá que fue tan buena durante su vida nos va a olvidar ahora que está en el cielo?. Los que tenemos papás y mamás, esposos, hijos o amigos con Dios deberíamos saltar de alegría. Y rezarles mucho. No solo podemos rezar por los difuntos, sino rezarles a ellos que siempre van a escucharnos. Les confieso que yo rezo mucho a tantos familiares, amigos y compañeros jesuitas que están con el Señor. Este es el sentido de la fiesta de los Fieles Difuntos: alegría y esperanza que mitigan el dolor natural por su pérdida. Pérdida temporal porque pronto nos vamos a reunir con ellos.
Me gusta imaginar la experiencia de la muerte con dos ejemplos: morir es despertar en los brazos amorosos del Padre. Como un bebe que se despierta en los brazos de su mamá y la ve sonreír. Y la otra, atravesar una puerta, pasar de esta vida temporal a la Vida Plena. Entrar en la casa del Padre que nos recibe con los brazos abiertos.
El evangelio del domingo nos presenta al escena de Jesús en cada de Zaqueo. El domingo anterior veíamos cómo Jesús alababa al publicano que estaba orando en el templo, humilde y arrepentido y condenaba al fariseo orgulloso y discriminador. Jesús se relacionaba con los publicanos causando escándalo entre la gente “piadosa”. ¿Cómo es posible que su maestro coma con publicanos y pecadores?. Al llegar a Jericó se va a alojar a casa del jefe de los publicanos. Un hombre muy rico porque había sido muy abusivo y corrupto, Zaqueo. Jesús quería que sintiera la cercanía amorosa de Dios que no depreciaba ni condenaba a esas personas, como decían los fariseos. Zaqueo es el rico que se encuentra con Cristo y cambia de vida. Dice que dará parte de sus bienes a los pobres. Su conversión fue concreta, perdió mucha plata, pero encontró algo mucho más valiosos, la amistad con Jesús.
Podemos sintetizar así todo lo dicho: nuestro encuentro con Cristo en esta vida es el preámbulo para el encuentro definitivo cuando llegue el día más feliz de la vida. El día que lleguemos a sus brazos. Bien merece la pena seguir ahora muy de cerca al Señor, tenerlo como el mejor amigo y servirle de todo corazón amando y sirviendo a los demás.