Fiesta de la Anunciación del Señor.
Lecturas: Isaías 7,10-14. Hebreos 10,4-10. Lucas 1,26-38.
P. Fernando Jiménez Figueruela SJ
Hoy celebramos una de las realidades fundamentales de nuestra fe. Dios se hace hombre para que todos podamos volver a él. La humanidad estaba absolutamente perdida. Pensemos en el salvajismo de las culturas primitivas. El mal dominaba a la humanidad. Pero Dios no dejó que se perdiera definitivamente. Para eso escogió a Israel como pueblo testigo de su amor y misericordia. Y cuando le pareció que había llegado el momento, se hace hombre en las entrañas de la Virgen. Hoy, y todos los días, podíamos repetir muchas veces: “se hizo hombre y habitó entre nosotros”. Escogió a María, jovencita de Nazaret, pobre y humilde. Nunca olvidemos que el misterio de la Encarnación no es solo que Dios se hizo hombre, sino que se hizo pobre. La familia de Jesús tenía que trabajar muy duro para salir adelante. María como todas las mujeres de Israel caminaba descalza e iba a la fuente con un cántaro de barro a por agua. Criaba algunas gallinas y ovejas…
Vemos en nuestras iglesias las imágenes de la Virgen adornadas con mantos, coronas y joyas. Pienso en la Virgen de las Angustias de Granada y en la de Chapi de Arequipa. Es la devoción y el amor de los cristianos los que así las adornan, pero nos dan una imagen totalmente falsa de quien fue María de Nazaret. Y al verlas así siempre ¿quién se acuerda de que fue pobre y humilde?. Ya va siendo hora de que nuestro amor a la Virgen se manifieste de otra manera, por ejemplo dedicando tanta plata a ayudar a quienes lo necesitan. Sin duda ninguna eso agradaría mucho más a la Virgen. Esta jovencita es la criatura humana más grande que ha existido. Es la primera entre las grandes figuras de la historia. Grande en su humildad, en su fe y en su plena aceptación a la voluntad de Dios.
Y aquí nos encontramos con una enorme contradicción. La Iglesia afirma, y con razón, que una mujer es el ser más perfecto y santo de la creación y al mismo tiempo margina a las mujeres… La Iglesia tiene una enorme deuda pendiente con ellas. Algo va cambiando. Ahora el tercer puesto en el Vaticano lo ocupa una mujer y varias más van teniendo algunas responsabilidades en la Iglesia pero aún falta un largo camino. Todo ese proceso tiene que llegar a las diócesis y parroquias. ¿Conocen alguna mujer con un puesto importante en la Iglesia peruana?. Por favor me avisan, porque yo no conozco a ninguna
María como toda mujer de Israel anhelaba que el Mesías fuera de su familia. En un momento de su vida siente esa presencia del ángel que le comunica el plan de Dios para ella. Pregunta, no se queda pasiva, quiere saber cómo se realizará aquella maravilla que parece imposible. Y cuando lo sabe, acepta plenamente el plan de Dios. Dios interviene en su vida. Las palabras de la Virgen. “He aquí la servidora del Señor, hágase en mi según su palabra” nos muestran el camino de la vida cristiana. Eso es ser cristiano, aceptar plenamente el proyecto que Dios nos propone a cada uno.
Cuando María acepta, la Palabra se hace carne y habitó entre nosotros. La segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, es la Palabra del Padre. Esto nos lo dice San Juan en el prólogo del cuarto evangelio (les recomiendo que lo lean despacio). Dios entra en nuestra historia. San Pablo dice que se “despojó de su condición divina haciéndose como uno cualquiera de nosotros” (Filp. 2,6-8.). La encarnación significa que Dios entra en nuestra historia, es hombre verdadero, aprende, goza, y sufre como nosotros. Desde ese momento no hay nada humano ajeno al cristianismo porque Dios asume todo lo humano, lógicamente menos el pecado que no es humano. Es profundamente inhumano porque supone una profundísima deshumanización
Con la encarnación de su Hijo, el mundo se convierte en transparencia de Dios. La primera condición para ser cristiano es ser profundamente humano. Asumir los riesgos de una vida de amor y entrega a los demás. No tenemos que “abandonar el mundo”, que además es imposible. Sino experimentar intensamente la aventura de virvir siendo para los demás. Escuchando las llamadas que Dios nos hace desde la realidad. Y hoy ante la terrible crisis que vivimos estas llamadas se hacen más apremiantes. Aceptemos lo que Dios nos pide para que su Palabra se haga carne en nosotros.