Homilías

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ

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Domingo de Resurrección 12 de abril

Domingo de Resurrección 12 de abril

Lecturas: Hechos 10,34-43. Colosense 3,1-4. y Juan 20,1-9.

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ

¡Cristo ha resucitado!, ¡Vive para siempre!. Esta afirmación es el centro y la base de nuestra fe. No seguimos a alguien que está muerto, seguimos a alguien que vive. No se puede confundir la resurrección con la revivificación de un cadáver. Jesús no revivió sino que resucitó. Revivir es volver a la vida que se tenía antes de la muerte como le ocurrió a Lázaro. Resucitar es entrar en la vida nueva de Dios. No es volver hacia atrás, es avanzar hacia delante. Por eso Jesús ya no sufre ni vuelve a morir. Ya está libre de las coordenadas del espacio y el tiempo en las que nosotros vivimos y nos hacen limitados: crecemos, nos alimentamos, enfermamos y morimos… Jesús que pasó todo eso en su vida mortal, ahora está por encima de estas debilidades. A ese estado le llamamos “vida gloriosa”. La vida nueva y definitiva que Dios nos ofrece a todos cuando ya no habrá muerte ni dolor, enfermedad ni envejecimiento. Cristo Resucitado inaugura esa vida nueva y nos invita a sus seguidores a caminar desde ahora hacia ella.

La muerte de Jesús fue una experiencia desastrosa para sus discípulos, los dejó tristes, escandalizados e inseguros ante el futuro. Pero a los pocos días tuvieron una experiencia que cambió radicalmente sus vidas. Pasaron del miedo y la tristeza a la alegría desbordante que les llenaba de valor. ¿Qué había sucedido?. Ellos lo afirman claramente, ¡hemos visto al Señor!, ¡Jesús está vivo!. Las apariciones del Resucitado nos muestran a un Jesús que se presenta a sus amigos, habla y come con ellos. Lo ven en Jerusalén y Galilea. No puede ser ni un sueño ni una alucinación colectiva. Aceptar la resurrección de Jesús suponía para los discípulos un cambio total en sus vidas. Dejaron su trabajo de sencillos pescadores en Galilea para lanzarse a la aventura de viajar a países lejanos a predicar una nueva religión y dejar su vida en ese empeño Nadie da la vida por una fantasía. Toda nuestra fe se basa en el testimonio de los apóstoles. Todo lo que significa la cultura occidental con sus modos de vida, costumbres, teología y filosofía, arte, ordenamiento jurídico…etc etc, está absolutamente influido por el cristianismo que se fundamenta en una tumba vacía y en el testimonio de un puñado de mujeres y hombres.

La Resurrección de Jesús es una explosión de vida y amor que afecta positivamente no solo a las personas, sino a todo el universo. Es la certeza de que la vida, el amor y la justicia van a triunfar y no quedarán defraudados. Es lo que expresó muy bellamente San Pablo VI en la Pascua del año 1971:

“La causa del hombre no está perdida. Las grandes ideas no se apagarán. La unidad del mundo se irá haciendo. La dignidad de la persona humana será reconocida. Las desigualdades sociales serán niveladas. Ni el egoísmo, ni la ignorancia impedirán la instauración de un orden verdaderamente humano, ¡porque Cristo ha resucitado!”. Hoy estamos viviendo la muerte y la cruz con la pandemia que invade todo el planeta. La Semana Santa que hemos vivido es quizás la más auténtica y verdadera de la historia porque Cristo sufre en todos nosotros, afectados de una u otra manera por el coronavirus. No necesitamos sacar sus imágenes a las calles. El están en las calles, en los hospitales, en nuestras casas, confinado junto a nosotros. Pero la humanidad va a resucitar. La última palabra de Dios para nosotros, como lo fue para su hijo, no es una palabra de muerte sino de vida. Nosotros como seguidores de Jesús estamos involucrados en se proceso, lo importante es que lo hagamos con plena conciencia y lucidez, sin perder la esperanza, creyendo que amar siempre merece la pena.


Himno Pascual

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Victima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino,
María en la mañana?
a mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

Los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Vallan a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí verán los los suyos,
la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
En tu victoria santa. Amén, Aleluya

 

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Creemos que un Mundo Mejor es posible, seguimos el camino de San Ignacio a través de su deseo de “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”, tratamos de ser verdaderos y dignos discipulos de Jesús, amigos, hermanos y compañeros de Jesús, siguiendo su ejemplo , el “hombre para los demás” por excelencia, que con su palabra y su ejemplo nos enseñó la fuerza transformadora del amor.