Domingo 22 de marzo, IV de cuaresma
Lecturas: 1° Samuel 16,1-13. Efesios 5,8-14 y Juan 9,1-41.
P. Fernando Jiménez Figueruela SJ
El relato del evangelio nos presenta dos maneras de entender a Dios y a la religión. Jesús como leemos en frecuentes textos de los evangelios se enfrenta a los representantes de la religión oficial de Israel porque tenían ideas y prácticas muy distintas. El Dios de Jesús es el padre amoroso, el papito – abba- que cuida con amor a sus hijos. Es un Dios de vida, de liberación de todo lo que oprime a la gente, sea interno o externo. En cambio el Dios de los fariseos era el señor estricto que llevaba cuentas detalladas de las faltas de sus hijos para castigarles. Esto se ve muy claro en el pasaje de hoy. Jesús con toda intención quebranta el sábado, y los hace tres veces, al hacer barro, al ponérselo al ciego en los ojos y al enviarle para que se lave en la pileta de Siloé, que estaba más lejos de los mil pasos que podían caminar en sábado, excepto para ir a la sinagoga. Lo podía haber curado con sola su palabra, pero no lo hizo.
En su tiempo el mandato de guardar el sábado se había convertido en el más importante de la Ley. A lo largo del tiempo los fariseos habían precisado minuciosamente lo que se podía hacer o no en sábado. Y ciertamente no se podía curar a un ciego. Pero para Dios, para Jesús, era más importante curar que cumplir las normas del sábado. Una vez más vemos que Jesús da prioridad al amor sobre la Ley.
Tenemos cuatro actores. Jesús, el ciego, sus padres y los fariseos. Los fariseos no pueden aceptar que Jesús venga de Dios porque ha quebrantado el sábado, no importa que un ciego pueda ver. Ellos eran más ciegos, tenían una ceguera peor. Ni siquiera un milagro tan grande les hacía creer en Jesús. Estaban absolutamente aferrados a sus ideas. Igual que algunos católicos conservadores que no aceptan cambiar nada, por ejemplo los que se niegan a comulgar en la mano. Los que critican al Papa por lo que hace o dice. Son “muy católicos” cuando la Iglesia hace o dice lo que les gusta, Pero no aceptan cambiar. Sus ideas están sobre todo.
Los padres del ciego que obviamente temían a los fariseos pues habían decretado que los seguidores de Jesús serían expulsados de la sinagoga, es decir excomulgados. No se comprometen, le pasan la bola a su hijo “que ya es grande”. Jesús con este nuevo milagro muestra que el reino de Dios está llegando. El reino de Dios es la felicidad plena, el sentirse amado y acogido por el Dios, Padre lleno de bondad y ternura. Para el ciego que pudo ver había llegado el reino de Dios.
Y el que fue ciego que con una lógica aplastante enfrenta a los fariseos. Por ello es expulsado de la sinagoga, pero cree en Jesús. Va de la oscuridad a la luz mientras que los fariseos van de la luz a la oscuridad por la dureza de su corazón.
Ninguna ley de la Iglesia puede ser ni inhumana, ni opresora, y lo fuera no es legítima. Creo que la práctica de Jesús lo demuestra bien claro. Y la Iglesia no puede hacer algo contrario a lo que hace su Señor.