Domingo 10 de mayo, 5° de Pascua, Día de la madre.
Lecturas: Hechos 6,1-7. 1 Pedro 2,4-9. y Juan 14,1-12.
Seguimos a Cristo Camino, viviendo la fe que nos trasmitieron nuestras madres.
P. Fernando Jiménez Figueruela SJ
Una de las imágenes tradicionales para expresar la realidad de la Iglesia es la que leemos en la segunda lectura. El autor nos dice que la Iglesia es un templo espiritual del cual somos piedras vivas. Nosotros no edifícanos este templo, lo edifica el Espíritu Santo. Su piedra angular es Jesús resucitado. Él nos invita a formar parte de este templo espiritual. Ser piedras vivas significa que somos miembros conscientes y activos de la Iglesia. Que respondemos a la llamada que el Señor nos hace constantemente: ven y sígueme. La Iglesia somos todos los bautizados. Todos tenemos la misma dignidad. En la iglesia no hay ciudadanos de primera clase y de segunda. Hay muchas maneras de vivir en concreto nuestra vocación cristiana. Y todos esos caminos son igual de buenos. ¿Cómo realizo mi vocación cristiana?.
En la primera lectura vemos como los apóstoles necesitaban colaboradores, por ello eligieron a siete varones “de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría” para que se encargaran de los asuntos materiales de las comunidades. Más tarde se les llamó diáconos. En este caso fueron varones, pero leyendo el Nuevo Testamento vemos la gran influencia que tuvieron las mujeres en aquellas primeras comunidades y las responsabilidades que ejercieron. Había también diaconisas. Pablo en Rm 16,1. habla de la diaconisa Febe. Actualmente el diaconado forma parte del sacramento del orden en su tercer grado. Desde el concilio Vaticano II (1962-65) hay diáconos casados, y ahora se está estudiando la posibilidad de ordenar diaconisas.
En el evangelio leemos que Jesús se define como Camino, Verdad y Vida. Es el camino que seguimos. Pero lo hacemos en comunidad. Cristo Camino nos congrega en la Iglesia para que juntos le sigamos. A lo largo de él descubrimos que nos lleva al Padre. Que es la verdad que nos hace libres y la vida que nos colma de alegría. La verdad no es un planteamiento teórico, es Cristo. Viviremos en la verdad en la medida en que estemos muy unidos a él. Viviremos en la mentira si le damos la espalda. El seguimiento de Jesús en comunidad, el hecho de ser piedras vivas de su templo da sentido a la vida. Nos llena de alegría. Una alegría que el mundo y sus placeres no pueden dar.
Celebramos el día de la madre. Su amor es el más puro reflejo del amor de Dios. Hoy me quiero fijar en el hecho de que entre las muchas cosas que debemos a nuestras mamás está el que nos hayan transmitido la fe en Jesús. Ellas han sido las primeras y mejores evangelizadoras que hemos tenido. ¿Quién no ha aprendido a rezar en los brazos de su mamá?. ¿Quién nos llevaba a misa?, ¿quién rezaba con nosotros por la noche antes de dormir?. Hemos viso en ellas mujeres profundamente creyentes. De una fe firme y luminosa. Estoy convencido que nuestras madres son o han sido, mucho más santas que los monjes y monjas que rezan todo el día en los monasterios. Y los que tenemos ya a nuestras madres en el cielo debemos alegrarnos por partida doble. Están con Jesús y la Virgen María ayudándonos continuamente. ¡Tener a la mamá en el cielo es algo grandioso!.
Hoy quizás muchos de ustedes no van a poder darles un abrazo. O no van a poder recibirlo de sus hijos. En esas circunstancias tenemos que experimentar que el amor está por encima de las distancias, que no se encierra en tiempos o lugares. Las mamás son el vínculo de unidad y la fuente de alegría durante la cuarentena. Ojalá aprovechemos este tiempo para compartir mucho con ellas, si las tenemos en casa.
Somos piedras vivas de la Iglesia, llamados como los diáconos a un servicio concreto. Vamos siguiendo a Jesús Camino, en grupo, en comunidad, viviendo cada día la fe que nos trasmitieron nuestras mamás.