Homilías

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ

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Homilía del Domingo 30 de junio, 13 del tiempo ordinario

Domingo 30 de junio. 13 del tiempo ordinario.

Lecturas: 1º  Reyes 19,16-21.  Gálatas 5,13-18.  y  Lucas 9,51-52.

P. Fernando Jiménez Figueruela SJ

En la primera lectura Elías llama a Eliseo para que lo siga siendo su discípulo. Eliseo le pide permiso para ir a despedirse de su padres y Elías se lo concede. En el evangelio cuando varias personas son llamadas por Jesús y le piden algo semejante, Jesús se lo niega. Ante el pedido de uno de ellos de ir primero a enterrar a su padre Jesús le responde: “deja que los muertos entierren a sus muertos, tú ve a anunciar le reino de Dios”. Jesús no es cruel ni insensible. Pero quiere hacernos ver la radicalidad que exige su seguimiento. Jesús exige más que Elías, porque nos ha dado más que Elías. Todo cristiano por el bautismo está llamado a seguir a Jesús. Ese seguimiento se concreta  de varias maneras. Son las distintas vocaciones que se dan en la iglesia, laicos casados, religiosas, sacerdotes. Todas tienen el mismo valor y la misma dignidad. En la iglesia no hay cristianos de primera clase o de clase turista. El primero en la iglesia es el más santo, y ¿quién  será esa persona?.

En la segunda lectura San Pablo nos invita a vivir en libertad: “para vivir en libertad Cristo nos ha liberado”. El seguimiento de Jesús se tiene que asumir con plena libertad. Sin libertad no hay vida cristiana, ni vida humana. Por eso da mucha pena ver a tantos cristianos o grupos de la iglesia que le tienen miedo a la libertad. Necesitan ser llevados de la mano por los jefes o superiores sin atreverse a mirar por su cuenta. Sin libertad no hay evangelización. Parece que muchas veces olvidamos que todo lo que se impone genera rechazo. La fe no se impone, la moral católica tampoco. Creo sinceramente que el alejamiento de tanta gente de la iglesia es por haberse sentidos oprimidos por la religión impuesta.

En el evangelio también leemos que Jesús no quiso castigar al pueblo de Samaría que no les había acogido. ¡Cuantas veces tendremos que predicar que Dios no castiga, para convencer a los que caminan bajo el temor!. En la segunda lectura San Pablo que había sido fariseo y por lo tanto defensor acérrimo de la Ley, dice a los cristianos de Corinto que no vivan bajo su peso, sino bajo la luz del Espíritu porque toda la Ley  se concentra en la frase: “amarás al prójimo como a ti mismo”. Desde su conversión Pablo había aprendido mucho de Jesús aunque no lo conoció personalmente como los demás apóstoles.

Nuestro seguimiento de Jesús, aceptado con plena libertad, nos lleva a vivir en el amor. Un amor que no se queda encerrado en las cuatro paredes de nuestra casa, sino que se expande más y más   como las ondas concéntricas que se forman en un estanque cuando cae una piedra en la superficie del agua. Un amor que nos hace ver con ojos nuevos la realidad que nos rodea. No es un amor ingenuo porque no ignora los problemas. Es un amor con esperanza porque sabe que Cristo ha vencido al mal, y nosotros también lo venceremos en la medida en que estemos muy unidos a El.

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