Carta del P. Arturo Sosa SJ

«Las preferencias pretenden desencadenar un proceso de reanimación vital y creatividad apostólica que nos haga mejores servidores de la reconciliación y la justicia»

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Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús 2019 - 2029 - Guiados por el Espíritu
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Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús 2019 - 2029 - Guiados por el Espíritu


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II.  Guiados por el Espíritu

El proceso que hemos vivido tiene su fuente en los vientos de renovación eclesial que suscitó el Espíritu en el Concilio Ecuménico Vaticano II, presente y actuante también hoy en la Iglesia. Es el mismo Espíritu que ha actuado en las Congregaciones Generales 31 a 36, llevando a la Compañía a un exigente proceso de renovación espiritual y apostólica. Inspirados en la imagen de nuestros primeros compañeros en Venecia (1537), cuando se preguntaban a dónde los estaba guiando el Espíritu 11, la Congregación General 36 nos envió como compañeros en una misión de reconciliación y justicia 12.

Inspirada por las palabras del Papa Francisco, la CG 36 sintió la necesidad de volver con mayor confianza a nuestras fuentes y al discernimiento en común. Al compartir nuestra experiencia de estos meses, hemos caído en la cuenta de la gracia que ha significado el proceso mismo del discernimiento en común, vivido a todos los niveles del cuerpo de la Compañía. Para muchos, ha sido un re-descubrir algunas dimensiones de la espiritualidad ignaciana; un renovar la práctica de la conversación espiritual para buscar juntos el camino de Jesús y de experimentar el discernimiento en común como modo de encontrar la voluntad de Dios en nuestra vida- misión. Hemos experimentado la gracia de sentirnos un solo cuerpo, de crecer en indiferencia y en disponibilidad para irnos haciendo una comunidad de discernimiento con horizontes abiertos 13. Con estas preferencias asumimos el compromiso de seguir profundizando el camino, apenas iniciado, de apropiarnos de esta dimensión fundamental de nuestra vida y misión.

Hemos vivido un proceso en el que, paso a paso, se ha producido un consenso que creemos guiado por el Espíritu Santo. Lo iniciamos con muchas dudas e inquietudes, sin conocer bien el camino, buscando superar los escepticismos. Como los primeros compañeros, también nosotros venimos de diferentes orígenes y culturas, con diversas maneras de ver y entender las cosas. También nosotros hemos encontrado una unidad de deseo, una pasión común para servir a Jesús mientras Él lleva su cruz en todos los confines del mundo. Fuimos aprendiendo lentamente a creer y a confiar; podríamos decir que el Señor nos llevó de su mano, como a Ignacio en Manresa, a la manera de un maestro de escuela 14. La contribución desde la base (comunidades, obras apostólicas, regiones y provincias) y de los jesuitas en formación fue un punto de partida vital.

Las contribuciones de las seis Conferencias de Superiores Mayores fueron sorprendentemente coincidentes. Como los primeros discípulos, al remar mar adentro y encontrarnos en medio de la tormenta, sentimos estupor al experimentar cómo el Señor vino hasta nosotros. Es Él, el Señor encarnado, crucificado y resucitado, que nos muestra sus heridas y nos invita a unirnos a Él en la búsqueda de la justicia; a dirigirnos hacia nuevas fronteras, acompañando a aquellos a los que la sociedad ha descartado; anunciando la Buena Noticia a todas las personas para que puedan ser transformadas por el amor de nuestro Dios. Nuestros corazones endurecidos también van cambiando día a día, llenándose de misericordia y compasión.

Este proceso nos ha enseñado que las preferencias apostólicas universales son un medio para seguir siendo guiados por el Espíritu. Más aún, las preferencias son un instrumento para profundizar el estilo de vida-misión indicado por la CG 36 cuando nos invita a la renovación espiritual y apostólica, incorporando a nuestra vida normal el discernimiento, la colaboración con otros y el trabajo en redes.

Hemos sentido con fuerza que las preferencias ayudarán al cuerpo apostólico de la Compañía si mantienen claramente la unidad entre vida y misión; si las entendemos como orientaciones que van más allá de “hacer algo” y llegan a transformarnos como personas, como comunidades religiosas y como obras e instituciones apostólicas en las que colaboramos con otros. Por consiguiente, cada preferencia no solo nos señala algún punto focal de nuestro apostolado sino que nos invita a renovar nuestra propia vida para hacer creíble y efectivo nuestro trabajo.

Son preferencias que buscan responder concretamente a la misión recibida como respuesta del Señor que escucha el grito de un mundo herido; el grito de los más vulnerables que han sido desplazados y marginados; los efectos de la retórica que divide y desmantela nuestras culturas; la creciente distancia entre ricos y pobres. El grito de los jóvenes en busca de esperanza y sentido; el grito de la tierra y su gente que han sido degradados hasta poner a riesgo su existencia. Un mundo en el que generaciones enteras no han oído hablar de Jesús ni de Su Evangelio.

Nuestra Iglesia ha sido golpeada por el pecado de sus miembros y por todo el sufrimiento que ha traído como consecuencia. Nuestra Iglesia navega en medio de fuertes tormentas. En la Compañía hemos tomado conciencia, con dolor y humildad, de nuestras propias vulnerabilidades y de nuestro pecado. Sentimos vergüenza y confusión cuando nos ponemos ante el Señor, pidiéndole que nos perdone, que nos cure y que nos muestre su amor misericordioso. Sólo como pecadores perdonados y amados podemos seguir adelante. Sólo podemos llevar Su compasión a otros si nosotros mismos, individualmente y como grupo, hemos experimentado esa compasión. En efecto, a partir de nuestra experiencia de ser amados y salvados, nuestro deseo de misión encuentra su profundidad y su energía. Es precisamente en los desafíos de nuestro mundo herido y de nuestra propia herida donde oímos la suave pero insistente llamada del Señor.

Las preferencias apostólicas universales se proponen profundizar tales procesos de conversión personal, comunitaria e institucional. Son orientaciones para mejorar el trabajo apostólico del conjunto del cuerpo de la Compañía y el modo como realizamos nuestros ministerios en los que tomarán cuerpo; al mismo tiempo pretenden ayudar a los jesuitas y a compañeros y compañeras en la misión, a hacer de su vida apostólica camino hacia Dios. Queremos invitar a todos los seres humanos a seguir el camino abierto por Jesús de Nazaret que nosotros mismos estamos transitando, siguiendo sus pasos, animados por su Espíritu.

No son nuestras preferencias, hemos seguido al Espíritu Santo, quien nos ha guiado e inspirado. Las recibimos confirmadas por el Papa, confiados, como Ignacio y los primeros compañeros, que es quien posee la mejor visión de las necesidades del mundo y de la Iglesia. Las preferencias apostólicas universales nos llevan a superar toda forma de auto-referencialidad o corporativismo y así convertirnos en auténticos colaboradores en la misión del Señor compartida con tantas personas dentro y fuera de la Iglesia. Son una oportunidad para sentirnos mínima Compañía colaboradora.

 

11 Cf. Autobiografía de Ignacio de Loyola [93-95].

12 “Esta reconciliación es siempre obra de la justicia; (…) En el centro de la obra de reconciliación de Dios se encuentra la cruz de Cristo y también nuestra participación en ella” (CG 36, d. 1,21).

13 Cf. CG 36, d. 1,7-16.

14 Cf. Autobiografía de Ignacio de Loyola [27].

 

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